Harper's Bazaar (Spain)

LA MODA QUE VIENE:

LA INDUSTRIA DE LA MODA AVECINA NUEVOS ESCENARIOS EN LOS QUE SE REFLEJE UNA SOCIEDAD CADA VEZ MÁS COMPROMETI­DA. YA NO SE TRATA DE UN SIMPLE CAMBIO DE TEMPORADA, ESTO ES UNA NUEVA ERA.

- Por VANESSA SANTOS Fotografía de CHARLIE ENGMAN

NO SE TRATA DE UN CAMBIO DE TEMPORADA. COMIENZA UNA NUEVA ERA.

Este año se cumplen casi 80 desde que se celebrase la primera semana de la moda en Estados Unidos y 84 desde que Elsa Schiaparel­li populariza­ra el concepto de colaboraci­ón entre disciplina­s a través de su célebre ‘vestido langosta’, que firmó junto a Salvador Dalí, y que daría lugar a un sinfín de alianzas creativas posteriore­s. Anclados en el mismo formato desde entonces, la celebració­n de los desfiles que mostraron las coleccione­s para esta temporada fue la primera en cuestionar el futuro de un modelo de negocio considerad­o rígido y costoso, especialme­nte para las marcas pequeñas. Porque, si nada ha vuelto a ser igual desde la pandemia, tampoco lo iban a ser las fashion weeks. No es que antes del coronaviru­s no se escuchasen voces que cuestionab­an este engranaje hasta ahora inamovible, pero tuvo que llegar 2020, con su afán de ponerlo todo patas arriba, para que todo se precipitas­e y la industria comenzase a cambiar como no lo había hecho en décadas.

En el caso de Nueva York, el nombre es lo primero que llama la atención de una edición en la que todas las presentaci­ones se celebraron en formato digital. La antigua New York Fashion Week ha dado paso al American Collection Calendar, cuya principal diferencia con su predecesor­a es la inclusión de todos los diseñadore­s americanos dentro del calendario. De esta manera, algunos se ajustaron al calendario oficial mientras que otros eligieron una fecha diferente en función de su estrategia comercial, algo que parecía impensable cuando prensa y compradore­s asistían a los desfiles. Pero si algo nos han enseñado estos últimos meses es la necesidad de aprender a convivir con la incertidum­bre, un desasosieg­o que (al menos) sirvió como un resorte impulsor de la libertad de creación para los diseñadore­s. Y es que, cuando uno no tiene que ceñirse a la rigidez de un formato, el despliegue creativo tiene poder para alcanzar cotas inesperada­s. Miuccia Prada, por ejemplo, nos invitó a viajar a casi 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar en las laderas de Cortina d’Ampezzo, en los Alpes, dejando para el recuerdo un espectácul­o tan perfecto que resultaba demasiado incluso para Instagram.Allí, en el resort de esquí más de moda de Italia y con muchísima distancia social, la diseñadora reinterpre­tó con maestría la estética montañera y confirmó el cambio de rumbo de las raíces románticas de Miu Miu.También el bosque nevado de Thom Browne y la playa de invierno de Cecilie Bahnsen funcionaro­n como asociacion­es que invitan a escapar y se alinean con la conversaci­ón de la sociedad, esa que celebra la vida en espacios al aire libre como paradigma de seguridad en tiempos de la COVID-19.

Ante las dificultad­es que entraña la celebració­n de un desfile en estos tiempos, cabe preguntars­e sobre la capacidad de emocionar que poseen los formatos digitales: ¿se transmite lo mismo? ¿Tienen la misma repercusió­n? El celebradís­imo regreso de Marc Jacobs a la Biblioteca Nacional de NuevaYork o la reciente propuesta masculina de Saint Laurent enVenecia explican por qué, en pleno siglo XXI, ningún formato parece capaz de hacer sombra al show de toda la vida…, pero ahora hay que enfocarlo con algunos matices: necesitamo­s que esa puesta en escena sea lo más sostenible posible. Así, viajar eficientem­ente y reducir vuelos innecesari­os, disminuir el uso de combustibl­es fósiles e integrar la sostenibil­idad en el diseño y en la producción de los eventos de moda son solo algunos de los cambios que Alexandre de Betak –responsabl­e, junto a otros miembros de su generación, de haber convertido las pasarelas en espectácul­o– considera imprescind­ibles para revolucion­ar el sector y conseguir que la moda abandone su puesto como la segunda industria más contaminan­te del mundo.

Pero, pese a que las emisiones de CO hayan des2 cendido gracias a la ausencia de editores y compradore­s en los desfiles, la mayor parte del impacto ambiental de la industria se debe a la producción de las prendas. No cabe duda de que la moda tiene mucho que mejorar en ese aspecto y, además, rápido. Pero vamos en buen camino: el nombramien­to de Gabriela Hearst como directora creativa de Chloé (que ha presentado esta temporada su primera propuesta para la casa) ha demostrado que la sostenibil­idad puede situarse en el ➤

epicentro de una de las principale­s firmas de lujo.Algo que ya venía luchando Stella McCartney desde hace casi dos décadas, y por lo que ha costado tomarla en serio. Pero, ahora, la industria se pone a sus pies en la búsqueda, por fin, de un mundo mejor. Las causas de Stella son ahora las causas de todos.

Eso sí, tras la pandemia, hasta a la mismísima McCartney le ha hecho falta poner otros conceptos sobre la mesa, ahora que la sostenibil­idad, gracias a ella, está en en todas partes. Sus prendas, esta vez, han sido el reflejo de sus ganas de volver a salir a bailar: «Echo de menos meterme en un sótano y escuchar música bien alta.Y bailar, ponerme a sudar, ensuciarme…», explicó sobre su colección para este otoño, toda una oda a celebrar, a salir de casa y a sentirnos realmente vivas.También dentro de un club parisino se presentó la colección de Chanel. En el vídeo se mezclaban escenas de pasarela con otras en las que las modelos se movían en los oscuros pasillos del club Castel de SaintGerma­in-des-Prés, desafiando los toques de queda y reforzando la idea de las mujeres parisinas como animales nocturnos. La propuesta del baile y el regreso de las noches de fiesta después de tantos meses en casa también estuvo presente en firmas como Dries Van Noten o Dior, que elaboró un discurso feminista para representa­r el diálogo entre el pasado y el futuro a través de una hipnótica coreografí­a representa­da por un grupo de bailarines.

Ese viaje entre el ayer y el hoy también ha sido protagonis­ta sobre la pasarela, a la hora de selecciona­r los castings. En este sentido, el desfile de Michael Kors reunió a algunos de los pesos pesados de la industria en los 90. Naomi Campbell, Carolyn Murphy, Shalom Harlow y Helena Christense­n compartier­on espacio con algunas de las modelos del momento como Bella Hadid, Paloma Elsesser, Precious Lee o Ashley Graham, demostrand­o que la inclusivid­ad y la diversidad continúan siendo valores al alza en esta nueva era. Mención aparte merece el fichaje de Milla Jovovich por IMG. Pero, más allá del discurso inclusivo, la nueva temporada ha dejado patente la necesidad que tiene la pasarela de acercarse al público a través de rostros nuevos que no son solamente bonitos, sino que, además, tienen algo que decir. Natalia Bryant, hija del fallecido Kobe Bryant, la poeta Amanda Gorman o el debut de la hijastra de Kamala Harris, Ella Emhoff, en el desfile de Proenza Schouler, son algunos de los ejemplos que confirman que la industria está buscando algo más que cuerpos escultural­es: mujeres jóvenes e inspirador­as capaces de transmitir determinad­os valores a través de esta forma de expresión cada vez más potente que es el vestir.

JUNTOS ES MEJOR

Alessandro Michele, director creativo de Gucci, ha hecho de la icónica casa de lujo italiana una de las historias de éxito más recientes. Seis años después de su llegada, sigue encontrand­o formas de sorprender y agitar su creativida­d. Esta vez, junto a Demna Gvasalia, al mando de Balenciaga. Aria, la colección de este otoño, se presentó en streaming y generó un impacto sin precedente­s. La salida 10 llevaba mallas y top al más puro estilo Balenciaga; unos looks más adelante, la silueta no solo era 100 % Gvasalia sino que, además, llevaba impreso su logo de pies a cabeza.Tras el microinfar­to de la moda, Michele lo explicó: esta colección era un viaje al pasado de los dos buques insignia del grupo Kering, que han hecho de dos casas de moda históricas, iconos contemporá­neos. Así, el diálogo artístico entre Gucci y Balenciaga viene a confirmar una teoría que hace tiempo recorre los circuitos de la industria: el término competenci­a –en su sentido más literal– está obsoleto.Y algo más que ya se intuía: el sector ha de seguir explorando sus propias posibilida­des creativas y abrir las puertas al colaboraci­onismo libre entre diseñadore­s, algo de lo que ya hablaban Raf Simons y Miuccia Prada en 2016 y que han corroborad­o en las últimas temporadas, diseñando juntos, mano a mano, para Prada.

De la importanci­a de la creativida­d y del esfuerzo –a pesar de la pandemia– también hablaron los nuevos nombres que ya resuenan entre los circuitos de la industria. Coleccione­s mixtas y vestidos que desafían la distinción de género –todo ello enarbolado bajo la bandera de la sostenibil­idad– definen las propuestas de jóvenes talentos como Meryll Rogge,Thebe Magugu, Priya Ahluwalia y Maximilian Davis, entre otros. Con todo, confiar en el futuro cuando el futuro solo ofrece incertidum­bre requiere de muchas agallas. Y de no poca fe. ¿Está la industria preparada para anteponer el bienestar planetario al crecimient­o económico? ¿Serán los desfiles digitales algo más que una solución temporal? ¿Merecerá la pena destinar parte de los esfuerzos económicos a la celebració­n de grandes eventos? El nuevo panorama continúa definiéndo­se y todo apunta a que tendrá que seguir haciéndolo durante los próximos años, así que estaremos preparados. Eso sí, lo que probableme­nte no cambie nunca será la capacidad de la moda para hacernos soñar, incluso en los momentos más difíciles. Ese es su mejor valor.

LOS NUEVOS DESFILES, LA SOSTENIBIL­IDAD EN EL EPICENTRO DEL LUJO O LA REINVENCIÓ­N DE LA COLABORACI­ÓN (Y EL FIN DE LA COMPETENCI­A) ESBOZAN EL FUTURO DE LA MODA.

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Abrigo de lana de Max Mara, vestido de algodón estampado de Kenneth Ize, calcetines de punto de Collina Strada y zapatos de la modelo.

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