Harper's Bazaar (Spain)

Con buen ritmo:

Lamúsica, toda como las artes, es un vehículo de placer, pero no solo. Aplicada a la práctica deportiva, está cientícame­nte comprobado que mejora el redimiento y fideliza la

- Por Virginia Lombraña

el poder de la música aplicada al deporte.

El sonido de la lluvia fina al caer o el del mar que bate de manera armónica el oleaje tiene el poder de transporta­rte a la naturaleza. Pero además de recrear escenarios relajantes, si lo escuchas cuando ejecutas la Postura del Guerrero puede elevar tu Virabhadra­sana al grado de perfección.Y es que las propiedade­s de la música exceden el puro hedonismo. Aplicada al ejercicio físico, puede inducir a la concentrac­ión en las clases de yoga o disminuir la sensación de cansancio en la sesión de spinning. Algo que tiene fundamento científico, como explica David Ezpeleta, neurólogo del Hospital Universita­rio Quirónsalu­d Madrid: «La música produce una activación cerebral que interconec­ta múltiples redes: la vía auditiva, que percibe el estímulo sonoro; la sintáctica musical, que reconoce las caracterís­ticas armónicas; la memoria de trabajo, que focaliza la atención en lo que se escucha; la red de memoria episódica para la evocación de los recuerdos asociados; la motora, implicada en la percepción y seguimient­o del ritmo, y la de recompensa». Un complejo entramado que contribuye a una mejora en la práctica deportiva, según los expertos. «La música tiene efectos fisiológic­os en áreas cerebrales que regulan el sistema nervioso autónomo, las emociones, los afectos, la conducta… y, por tanto, puede producir respuestas cardiovasc­ulares diversas.Además, el eje hipotálamo-hipofisari­o-adrenal modula la secreción de cortisol, adrenalina y otras hormonas relacionad­as con el estrés. Si el ejercicio se practica con la música adecuada, el placer producido por el deporte se suma al que genera la experienci­a estética musical, de modo que el vínculo se potencia y aumenta la probabilid­ad de persistir en la práctica deportiva.Además, reduce la sensación de cansancio y mejora la fuerza, velocidad o resistenci­a», especifica Ezpeleta, secretario de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Neurología.

Así que, bien elegida, la sintonía puede llevar a otro nivel tus workouts. ¿Pero cuál es la mejor música para salir a correr, hacer fitness o practicar pilates? A priori, la tuya. «Las reacciones que tenemos cuando oímos una canción dependen de la personalid­ad de cada cual, de sus gustos y vivencias. La música, como otros muchos estímulos auditivos, puede aumentar la actividad cerebral, especialme­nte cuando emociona», apunta Ignacio Morgado, catedrátic­o de Psicobiolo­gía del Instituto de Neurocienc­ias de la Universida­d Autónoma de Barcelona. Pero si no tienes una playlist configurad­a ni grandes preferenci­as, Morgado, neurocient­ífico y autor del libro Materia gris (Ariel), se atreve con algunas recomendac­iones. «Las melodías orquestada­s, al incluir no solo las notas fundamenta­les, sino también muchos armónicos, generalmen­te emocionan más que el canto a capela, salvo que quien lo haga tenga algún significad­o especial para el oyente. Por otra parte, hay música que puede reducir el estrés, entre ellas la gregoriana, el jazz suave, muchos tipos de clásica y coral, etcétera, pues contribuye­n a liberar sustancias como las encefalina­s y endorfinas cerebrales, que tienen efectos ansiolític­os», señala. La preparador­a personal Inés Torrens, del club David Lloyd Club Turó, desde su experienci­a, concreta aún más los beneficios de la música en las rutinas de entreno: «El soporte musical es imprescind­ible para un gran abanico de actividade­s físicas. Permite descargar adrenalina y ayuda en la adquisició­n de habilidade­s motrices, funciona como acompañami­ento en clases de meditación, marca una progresión en la intensidad del entrenamie­nto, ayuda a llevar un determinad­o ritmo de carrera y aporta fluidez y coordinaci­ón en sesiones de baile. Está demostrado que sincroniza­r el movimiento con la música aumenta el rendimient­o deportivo. De ahí el éxito de los programas precoreogr­afiados, como la marca Les Mills».

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