Harper's Bazaar (Spain)

Miami Sound Machine:

‘Efervescen­te’ sería el calificati­vo perfecto para hablar de Miami. Moderna y multicultu­ral, es la cuna de la música latina por excelencia y perderse en sus calles es toda una experienci­a para los cinco sentidos.

- Por Claudia Laukamp

la ciudad donde el ritmo nunca para.

Key West is the place to be’, o eso canta Bob Dylan en la canción que lleva el mismo nombre y que recorre los cayos de la ciudad protagonis­ta de estas líneas. Miami es un lugar donde perderse y encontrars­e; el lugar en el que sentirlo todo. Una ciudad donde la diversidad cultural, marcada por el beat de la influencia latina, deja una huella palpable en su arte, en su música y, cómo no, en su gente. Miami es música a cada paso. Es vibrante en sus formas, en sus colores, en sus sonidos. Su efervescen­cia es palpable por los cinco sentidos. Y contagiosa. La historia de su carrera musical nos traslada hasta los años 50, cuando floreciero­n numerosas discográfi­cas que alcanzaron un éxito notable; en los 70, la música disco tomó terreno y fuerza, y en los 80, el denominado Miami bass, una rama del hip-hop, vivió aquí su gran momento. Y entonces entró el son latino. Con la llegada del pueblo cubano en los 80 y 90, la ciudad se enriqueció notablemen­te no solo a nivel cultural, sino que también se vio influencia­da en el ocio y en el arte en sus calles, o en lugares como las tabaquería­s de la Calle Ocho en la Pequeña Habana o sus decorativo­s y originales cafés. Músicos como Gloria Estefan y su marido, Emilio, (quienes llegaron desde La Habana y formaron la banda Miami Sound Machine) hicieron de la música latina en este rincón del estado de Florida su gran joya, marcando la pauta para otros tantos músicos que en las décadas siguientes han tomado este estratégic­o enclave para el show business en castellano (entre EE. UU. y América Latina) en busca del éxito internacio­nal. Además, hoy en día también puede presumir de ser uno de los hogares de la música electrónic­a a nivel mundial, albergando festivales como el Ultra Music Festival. Cuando te piensas que Miami son solo ritmos urbanos, te das de bruces con la realidad: este lugar es toda una caja de sorpresas, y ‘diversidad’ podría ser su apellido. Aquí pasa todo, todo el tiempo. En el corazón de sus calles emergen de forma continuada nuevas oportunida­des artísticas y culturales, en un entorno donde predominan el cielo azul, el sol brillante y los colores pastel. Sus caracterís­ticos edificios art déco, el glamour que se respira en South Beach y los clubes vanguardis­tas hacen de ella una ciudad mágica que invita a desconecta­r y dejarse llevar por el ritmo. Además, su clima envidiable, sus playas kilométric­as de arena blanca y las aguas turque

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Con la llegada del pueblo cubano en los 80 y 90, la ciudad se enriqueció notablemen­te.

sas que descansan a sus pies (vale la pena una escapada a sus cayos) siempre han favorecido la llegada de ilustres visitantes que, en muchas ocasiones, han hecho de esta ciudad su hogar. ‘Got the sun, got the sand’, entonaba Bono, líder de U2, en su tema Miami. Ya en los años 60, Frank Sinatra, Elvis Presley, Jerry Lewis y los Beatles supieron reconocer el potencial del lugar y vieron en ella un rincón donde pasar largas temporadas de vacaciones, fundiéndos­e irremediab­lemente con la cultura de la zona y pasando a formar parte de su historia. Miami es expresión personal. Ya hemos comprobado que no hay duda de ello en el terreno musical, pero también destaca en el artístico. Basta para entenderlo un solo paseo por Wynwood Walls, donde el arte urbano es el gran protagonis­ta: centenares de grafitis, murales y pinturas contemporá­neas hacen que este se mantenga como un templo incomparab­le del color y la autenticid­ad. Y luego está la moda. Ah, la moda y Miami, Miami y la moda. Miami es Versace por los evidentes dramáticos acontecimi­entos que allí tuvieron lugar en 1997; pero lo era también antes, cuando Gianni, maestro indiscutib­le de la imagen noventera, hizo en esos años de las camisas de seda estampadas y su particular uso del color, el uniforme por excelencia de esta ciudad. Por supuesto, en la ruta de cualquier amante de este sector no puede faltar la parada en el Miami Design District, conocido por ser el barrio de mayor densidad de tiendas de lujo, rebosante de estilo y de propuestas que no pasan desapercib­idas. Ni quieren. Tiendas como Tiffany & Co., Loewe, Givenchy o Chanel se funden en este particular entorno haciendo de la apariencia personal toda una declaració­n de intencione­s.

El ansia por disfrutar, también a bocados, inunda la ciudad. Sus sabores son resultado de la diversidad de sus calles y de su gente, entre pinceladas isleñas y tradicione­s norteameri­canas. Pueden dar fe de ello los que hayan visitado alguno de los locales más aclamados, como Joe’s Stone Crab en Miami Beach, la terraza de Sugar en el East Hotel, o Dolores but you can call me Lolita o Zuma. Al caer la noche, los bares y la música en directo toman el control. Será imposible resistir sea bailar hasta el amanecer en este explosivo cóctel sensorial. Porque así es Miami: el paraíso de todo el que goza de la vida.

Miami es expresión personal y un cóctel sensorial. El paraíso de todo el que goza de la vida.

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The Guitar Hotel (el porqué de su nombre es evidente).
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El icónico Teatro Olympia. A la dcha., skyline de Miami y, al fondo, Miami Beach. El vibrante amarillo de la fachada del Leslie Hotel. Abajo, la barra del Saxony Bar & Lounge.
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Sobre estas líneas, de arriba abajo, el Jardín Botánico Fairchild y la escultura del mamut de Damien Hirst en el Hotel Faena. Dcha., el mural gráfico del Wynwood Bulding y un local de la Calle Ocho, en Little Havana.
 ??  ?? Lummus Park. Dcha., edificios art déco en Ocean Drive. Abajo izda., piscina del Hotel Faena. Dcha., Ocean Drive.
Lummus Park. Dcha., edificios art déco en Ocean Drive. Abajo izda., piscina del Hotel Faena. Dcha., Ocean Drive.
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