Los hombres de Rossy
DE MALLORCA AL IMAGINARIO UNIVERSAL. AQUELLA NIÑA DE SAL Y ARENA PASÓ DE SER ROSA A ROSSY DE PALMA EN UNA CARRERA LLENA DE ÉXITOS Y ACIERTOS, DE INGENIO Y OSADÍA… HOY, UNIDOS POR LAS COSTURAS MASCULINAS DE ALESSANDRO MICHELE PARA GUCCI, SE RODEA DE LOS HOMBRES QUE HACEN QUE SU VIDA SEA AÚN MÁS POÉTICA.
Es una MUJER de una inteligencia y una SENSIBILIDAD inauditas y de un CARIÑO a su gente que realmente me EMOCIONA” TAO GUTIéRREZ
Rossy es el paradigma del CARISMA, de la personalidad que no se NACE, ni se compra, ni se vende ni se APRENDE.
Un símbolo del cine” ISRAEL FERNÁNDEZ
La conocí en Nairobi Club cuando tenía 17 años y me OBSESIONÉ con ella y su SALVAJISMO, y al mismo tiempo con esa DULZURA y ese CARIÑO que nos tiene a todos” ANTONIO CARMONA
Es INSPIRACIÓN, arte y un MOTOR para cualquier director. Todo lo que toca Rossy está avalado por una ESTÉTICA” MANOLO CARO
Su VIDA entera es una obra de ARTE, tiene una existencia artística.
Hay muchos actores y actrices, ELLA es otra cosa. Ella se sale” PACO LEÓN
palma, a la orilla del mar. Aquel día de septiembre apretaba el calor. La comadrona llegaba tarde. Su padre la ayudó a venir al mundo. Estiraba de las piernas. Las más largas en un recién nacido. No se acababan nunca. Rosa Elena García Echave llegó con yeux verront (de distintos colores) y nariz normal. Esa que se independizó de su cara sin previo aviso. La sal, la arena y el sol construyeron su forma. Y su personalidad. También las poesías que escribía a su abuela a los seis años. Aquellos veranos asturianos. Vacas recién ordeñadas. Paisajes salvajes. Regada por el Mediterráneo y el Cantábrico. Gallinas, ovejas y terneros. Y una antigua máquina de coser en aquel desván. A los 12 años confeccionaba blusas, faldas y pantalones. Las colgaba de un árbol en el puesto del mercadillo de una gitana. Pocos sabían que la movida allí fue anterior a Madrid. La movida mallorquina. De donde surgió ella. Y un grupo radical: Peor Impossible, con el que saltaron el charco peninsular. Hasta llegar a Madrid. Conciertos, discos, desenfreno. No tenía casa, pero tenía agenda. Nunca sabía dónde iría a dormir, pero siempre había un amigo que le haría un hueco. Cansada de poner copas entre bar y bar, no podía más con el alcohol del personal. Hasta que él se fijó en ella. Pedro le dio su gran oportunidad. Fue en La ley del deseo. Luego le escribió un personaje, la virgen de Mujeres al borde de un ataque de nervios. Y de ahí, a la eternidad. O al vacío. Pues no la llamaban para otros papeles. Emigró a Italia en los 90. Películas de bajo presupuesto donde fue feliz. De ahí a Francia. De Francia al mundo…
Y a nuestro imaginario.
«Ni yo misma me conozco del todo, me sigo descubriendo. Pero cada vez me veo más niña y más auténtica de lo que fui. Todos hacemos un camino de irnos muy lejos de nosotros mismos… para luego volver». Porque Rossy de Palma es cada vez más Rosa. O siempre lo fue. Leal, bondadosa, generosa, adelantada, imaginativa, soñadora. Anarquista individualista se reconoce, para no definirse ante nada. «La vida es un viaje y he sido siempre una privilegiada. Aunque nunca tuve nada. Y ni la vanidad me interesa absolutamente nada ni la envidia. Si yo tengo un armario que arreglar, que es mi vida, mientras estoy mirando el desorden de mi armario e intentando arreglarlo, no tengo tiempo para mirar si el otro lo tiene ordenado o desordenado. No pierdo tiempo en la crítica. Me di cuenta de que no puedes instalarte en la queja, porque es un desperdicio. Y no puedes ser víctima, porque entonces tienes las manos atadas».
Pero si algo hay en su armario son amigos. Los acumula. En calidad tanto como en cantidad. Porque hasta hay algo de Lola Flores en ella. Dos horas en persona, y ya hay confianza. «Me doy cuenta de que tengo taaaantos amigos, taaanta gente que amo… Dejo que se desencorseten y naturalicen». El ejemplo aquí. Sus hombres. Paco, de quien le fascina su humildad y su mirada al mundo. Antonio, de quien estuvo enamorada, pero jamás pasó nada. Manolo, que converge el mundo fantasioso con el real. Tao, un excelente músico siempre a la sombra de sus hermanas Chus Gutiérrez y Blanca Li. Israel, tan libre y salvaje como ella. «A los hombres los amo y los adoro –comienza discurriendo hasta que se parte en dos–, pero bajé al infierno a por dos ángeles (sus hijos Luna y Gabriel). Sí, al infierno, lo digo y no me arrepiento. A veces hay un mal demonio en el amor. Innecesario. Lo he vivido en mis propias carnes. He tenido episodios muy violentos, terroríficos, en los que he pasado mucho miedo. Las mujeres vamos perdonando y no sabemos que estamos alimentando un monstruo. Con el amor, creemos que vamos a salvar a ese hombre, y al final nos perdemos nosotras mismas. Con lo fuerte que soy, también me he sentido en peligro. Dejaba pasar muchas cosas que no eran tolerables. Hay que aprender de todo esto, y se llama corresponsabilidad».
Y quién pensaría que Rossy, nuestra Rossy, pudiera vivir algo así. Ella que se hizo «egoístamente artista para estar en ese universo donde no hay género, ni religión, ni edad ni fronteras». Ese universo que hasta lo ha hecho propio. De carcajadas, de joie de vivre, de ilusión y pulsión, de positividad y carisma, de bondad y sacrificio. Dice que es «una pieza de arte viviente». Lo es. Y como decía Louise Bourgeois: «He puesto todo mi trabajo y mi cariño en la pieza, si no la entiendes y tengo que explicarlo, es que he fallado». Con Rossy, nada hay que explicar. Nada ha podido fallar.