CHRISTIAN LOUBOUTIN
«No hay diferencia entre la Rossy pública y la privada, ambas versiones son igual de encantadoras y divertidas. Cuando estamos juntos, siempre llegamos tarde. Así que saltamos en mi Vespa y atravesamos París a toda velocidad para llegar al restaurante del que, casi siempre, salimos con servilletas y ceniceros en los bolsillos»