Harper's Bazaar (Spain)

LA ZARZAMORA

- Por Celia Cuervo Fotografía de Rocío Ramos Estilismo de Diego Grimaldi

Cuando, de pequeña, María José Llergo acompañaba el cante de su abuelo mientras él araba el campo, soñaba con poder llegar algún día a honrar su legado como cantaor y como persona. «Él me ha dado la mejor herencia del mundo, una que nadie puede quitarme», concede a HARPER’S BAZAAR. Hoy, por fin, preparando el lanzamient­o de su segundo álbum, con un Goya a la Mejor Canción Original coronando el salón de sus padres y con un nombre asentado en la industria, puede decir orgullosa que lo ha conseguido.

“Desde mi pueblo parecía que este tipo de sueños solo les pasaban a otros. Ojalá ahora los jóvenes vean que, si yo he podido, ellos también pueden”

desde «chiquitita», como ella dice, María José Llergo (Pozoblanco, Córdoba, 1994) soñaba con dedicarse a la música.Y eso que en su pueblo, aunque se veían las estrellas como en ningún otro sitio, parecía imposible llegar a alcanzarla­s en la vida real. «En mi familia siempre hemos tenido el cante muy presente, pero nunca se ha tenido la oportunida­d de trabajar de esto. Cuando mi abuelo era joven, cantaba y destacaba, hasta ganó el primer concurso de cante que se hizo en Pozoblanco, pero cuando le propusiero­n llevárselo de gira, tuvo que priorizar a su familia y decir que no. Desde allí, parece siempre que ese tipo de sueños solo se dan en la tele, solo les pasan a otros. Ojalá ahora los jóvenes vean que, si yo he podido, ellos también pueden», dice.Todavía le cuesta creérselo.

Cuando habla de su infancia, las palabras de Llergo son tan descriptiv­as como lo es su expresión. Intensa y emocional, también. «Me pasaba los días con mi abuelo, viéndolo labrar la tierra, y recuerdo el sonido limpio de la hoja del escardillo, que le servía de compás de sus cantes», comparte. De tanto escucharlo, ella se arrancó también y no tardó en darse cuenta de que eso era algo que podría hacer para ganarse la vida. «Recuerdo mirarme reflejada en una alberca donde íbamos a echar migas de pan a sus peces de colores, que eran como pinceles ‘coloreaos’; me vi cantando y me imaginé haciéndolo para los demás». Estudió diez años de violín en el conservato­rio y, al terminar Selectivid­ad, decidió buscar la manera de seguir formándose en música. La persistenc­ia fue su mejor amiga: «No podíamos permitírno­slo, pero le dije a mi madre que encontrarí­a la forma. En mi casa no teníamos un colchón económico, así que no podía fallar en esto. Me pasé un año dando conciertos por Andalucía, ahorrando, hasta que me becaron en Barcelona para estudiar Canto Moderno y Jazz».

Por fin, en 2017, se hizo la magia y vio la luz su primer single, Niña de las Dunas, el arranque de una carrera que le ha dado, por fin, las alegrías que merece: «Ahora, quién lo iba a decir, mis padres tienen un Goya en el salón, no hay problemas de dinero y estamos bien. Qué orgullo poder decir eso». Con su primer disco, Sanación (2020), consiguió curar las heridas que tenía abiertas: «Aprendí a hacer belleza de mi dolor. Cantándolo, podemos convertir un mal recuerdo en algo bonito»; después, llegó el ‘cabezudo’ a la Mejor Canción Original en los Goya 2022 por Te espera el mar.Y, con el reconocimi­ento, llegó una fama inesperada que le ha costado digerir: «Te ven diferente, pero a la vez te dicen que no cambies. ¿Cómo no cambiar si cambia la forma en la que la gente se relaciona contigo? Escribo de lo que vivo, pero si lo que vivo se pervierte, me falta un punto de realidad que tengo que buscar en otra parte», confiesa.

De esto habla precisamen­te en su próximo single, con el que inicia la carrera hacia su segundo álbum de estudio, en el que la experiment­ación con nuevos sonidos e instrument­os está siendo fundamenta­l.También el lugar desde el que canta: «igual que antes lo hice desde la pena, ahora quiero hacerlo desde la alegría», explica. El contacto con la realidad, dice, lo encuentra en la misma naturaleza que, de pequeña, le hizo sentir libre sin condicione­s, sin peros, sin restriccio­nes, sin ataduras. «Me crie corriendo por el campo, jugando a esconderme, cuando el horario lo ponía la puesta de sol o el estómago rugiendo de hambre, a la hora de cenar. He sido muy libre, y esa sensación es, desde entonces, la base de mi vida».

En los últimos cinco años, Llergo ha hecho de la emoción su motor a través de su voz, y ha contribuid­o a que el flamenco se posicione en el lugar que merece dentro y fuera de nuestras fronteras. «Creo que esto nos enriquece a todos, pues la historia de España se cuenta en los cantes. Yo agradecerí­a que en lugar de tener que aprender a Chopin primero, se me enseñara a Manolo Caracol, a Camarón de la Isla, a Pastora Pavón… y luego, claro, a Mozart a Beethoven y a Vivaldi.Valoremos lo nuestro también, que a veces parece que solo vale lo de fuera. Hay que valorar el arte, el testimonio de los mayores y alimentar el nuestro propio para crear así el de los que vengan detrás», sentencia.Y con sus canciones parece querer demostrar que esa es su misión en el mundo, siempre, como ella dice, con un pie en el cielo y el otro bien fijo en la tierra. Esa en la que su abuelo dibujaba surcos, dando camino al agua, mientras le cantaba y, sin quererlo, le enseñaba todo. «Mi abuelo siempre llora de alegría cuando me escucha. ‘Si tú vieras lo que lloro’, me dice. Esto lo hago así gracias a él, y gracias a él tengo mi propia determinac­ión. Él me dio dominio sobre mi propia voz. Me decía siempre: ‘María José, canta, cobra, pero no te vendas’. Él es el único que nunca, nunca me ha dicho que no». n

 ?? ?? Vestido de seda plisada de PLEATS PLEASE ISSEY MIYAKE.
Vestido de seda plisada de PLEATS PLEASE ISSEY MIYAKE.
 ?? ?? Bomber XXL de tejido Re-Nylon con apliques bordados de PRADA.
Bomber XXL de tejido Re-Nylon con apliques bordados de PRADA.
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Vestido de seda de DUARTE.
 ?? ?? Top de pompones de ERNESTO NARANJO y pantalón sastre de lana de MAX MARA.
Top de pompones de ERNESTO NARANJO y pantalón sastre de lana de MAX MARA.

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