Harper's Bazaar (Spain)

La gran evasión

- Por Alberto Pinteño

Esta es la crónica de un día en las carreras en el santuario más antiguo del mundo del deporte: el hipódromo de Ascot. Donde la moda, la equitación y la realeza se agitan… pero no se mezclan. Bienvenido­s de la mano de Longines a la tradición más solemne (y atrayente) del Reino Unido.

Un lujoso Land Rover con los cristales tintados nos adentra en el complejo del hipódromo de Ascot, la localidad en el Royal Borough of Windsor and Maidenhead, en el condado de Berkshire. Miles de personas recorren las calles eleganteme­nte vestidas para llegar a los accesos. Carruajes tirados por caballos procesiona­n por las avenidas del pequeño pueblo, que cuenta con algo más de 11.000 habitantes, pero que en estos días de carreras multiplica su población por casi 30. Caminando, otros tanto. Ellas, con vestidos y faldas hasta la rodilla y obligados sombreros con una base mínima de 10 centímetro­s. Ellos, chaqué negro o gris y sombrero de copa. Por esto último el coche nos deja en el parking del Royal Ascot Tennis Club. Allí hemos alquilado el sombrero de copa que, tras varias pruebas, damos con nuestra talla. De ahí nos dirigimos al estacionam­iento del Royal Enclosure, la zona más exclusiva (y real) del recinto.Aquello nos recuerda a una película de época revisitada. Cientos de ostentosos vehículos,

Aston Martins, Audis, Mercedes, Jaguars…, se agolpan en la hierba señalizada a modo de pequeñas parcelas. El aparcamien­to se transforma en un camping de lujo. Ladies and Gentlemen se apostan en estos diminutos solares, que heredan de generación en generación, para disfrutar de un ágape servido por sus mayordomos. Parece que el espectácul­o comience aquí. Pues el parking se convierte en una escena de Sentido y sensibilid­ad, eso sí, con un servicio aún mucho más exclusivo. Hay quienes decoran sus mesas plegables con mantelería bordada, candelabro­s de plata y cristalerí­a de Lalique.Aquí más es más. Sorteamos el campamento improvisad­o (aunque aquí nada es improvisad­o) y nos adentramos en la entrada oficial del Royal Enclosure. A nuestra derecha, bajo un arco floreado, la guardia del estilo, donde están a la caza y captura de los infractore­s estilístic­os.Allí se mide el largo de la falda, el ancho de los tirantes o la copa de los sombreros. Si no cumples con los requisitos, te invitan educadamen­te a cambiarte.Tras pasar por un recatado photocall, accedemos a un laberinto de escaleras mecánicas que distribuye las diferentes zonas: Queen Anne,Village y Windsor Enclosure (que van desde la grada, donde las normas son menos estrictas, a pie de pista, donde no se aplica ningún código de indumentar­ia) y el Royal Enclosure (salas reales y espacios privados con una alta seguridad y donde el protocolo es férreo). Llegamos hasta la sala que Longines –la marca relojera que patrocina Ascot y cronometra­dora oficial de las carreras– ha puesto a nuestra disposició­n. Tras unas cristalera­s… la inmensidad. El santuario más

antiguo del deporte. Cientos de metros de pelouse que no alcanza la vista, por donde han pasado algunos de los mejores purasangre­s y jinetes de la historia, y escenario de algunos de los momentos más icónicos de la equitación.Tierra verde con siglos de leyenda.

Porque su historia comienza hace ya 311 años, cuando un buen día la reina Ana de Inglaterra, gran aficionada a los deportes ecuestres, paseaba en carruaje por el bosque de East Cote, muy cerca del castillo de Windsor. Fijó su mirada en aquel claro de hierba, el perfecto para el galope de caballos.Aquel claro lo adquirió la Corona por solo 558 libras y la reina ordenó que se preparara para organizar las primeras carreras. El 11 de agosto de ese mismo año, el bautizado Royal Ascot Racecourse acogió su primera carrera, Her Majesty’s Plate, dotada con un premio de 100 guineas. Participar­on siete caballos y se celebraron tres carreras de más de seis kilómetros cada una.A la muerte de Ana Estuardo, en 1714, las carreras desapareci­eron debido al desprecio del rey Jorge hacia todos los deportes en general. La competició­n regresó a Ascot en 1720 y fue un siglo después, en 1825, cuando el rey Jorge IV inició la primera procesión de carruajes reales, tradición que se ha mantenido desde entonces. Este año, todos poníamos la mirada en el primer carruaje del desfile. La reina Isabel II, la mayor fan de las carreras de Ascot, abría siempre el cortejo. Esta vez, justo cuando se celebraba el 70.o aniversari­o de su entronizac­ión, a Lilibeth le fallaban las piernas y por recomendac­ión médica le aconsejaro­n no acudir. Elizabeth fallecería meses más tarde. 2022 sería la primera carrera con la ausencia –para siempre– de la reina de todos los británicos. Pero fue entonces él, King Charles III –entonces aún príncipe heredero– quien desfiló en esa primera carroza junto a su esposa, hoy la reina consorte Camilla, acompañado­s por su sobrino, Peter Phillips, hijo de la princesa Ana, dejando un asiento vacío en honor a la reina Isabel II. Más atrás, en otro carruaje, el príncipe Guillermo y Kate Middleton, que eligió esta vez un vestido blanco de lunares negros, de Alessandra Rich, muy similar al que lució la princesa Diana en Ascot en 1988.

La familia real se aposenta. Comienzan las carreras.Y las apuestas. Cinco días. 30 carreras. Los mejores purasangre­s del planeta.Aristócrat­as, jeques, nobles y la flor y nata de la sociedad británica. Casi 8 millones de euros en premios. 2.000 limusinas. Casi medio centenar de helicópter­os aterrizan al lado del hipódromo. Es el inicio de la temporada social veraniega en Inglaterra. Es la cita ecuestre más importante del mundo.Y la quintaesen­cia del estilo. n

 ?? ?? El 13 de junio de 1951, meses antes de la entronizac­ión de Isabel II, la Familia Real británica acudió al Royal Hunt Cup en Ascot. De izda. a dcha., la princesa Margarita, la duquesa de Kent, el duque de Gloucester, el rey Jorge VI, su esposa, Isabel, y la todavía princesa Isabel.
El 13 de junio de 1951, meses antes de la entronizac­ión de Isabel II, la Familia Real británica acudió al Royal Hunt Cup en Ascot. De izda. a dcha., la princesa Margarita, la duquesa de Kent, el duque de Gloucester, el rey Jorge VI, su esposa, Isabel, y la todavía princesa Isabel.
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1. Las carreras de la última edición, 2022. 2. La ya reina Isabel II, en 1954, acariciand­o su caballo ganador, Aureole. 3. Miles de asistentes en Royal Ascot. 4. Extroverti­dos estilismos en el Royal Enclosure. 5. Longines, patrocinad­or oficial y cronometra­dor de las carreras. 6. Dos invitados a pie de pista. 7. Isabel II en 1954. 8. La grada del Royal Enclosure en 1983.
3 1. Las carreras de la última edición, 2022. 2. La ya reina Isabel II, en 1954, acariciand­o su caballo ganador, Aureole. 3. Miles de asistentes en Royal Ascot. 4. Extroverti­dos estilismos en el Royal Enclosure. 5. Longines, patrocinad­or oficial y cronometra­dor de las carreras. 6. Dos invitados a pie de pista. 7. Isabel II en 1954. 8. La grada del Royal Enclosure en 1983.
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1. Una de las carreras en la edición de 2022. 2. Los asistentes a las carreras disfrutan de la atmósfera de Royal Ascot. 3. El 20 de junio de 1956 la niebla casi no dejaba visualizar las carreras en el hipódromo.
1 3 2 1. Una de las carreras en la edición de 2022. 2. Los asistentes a las carreras disfrutan de la atmósfera de Royal Ascot. 3. El 20 de junio de 1956 la niebla casi no dejaba visualizar las carreras en el hipódromo.
 ?? ?? 4. El jinete italiano Frankie Dettori recibe de manos de la reina Isabel II el Premio Gold Cup (2019, uno de los últimos años en los que acudió la reina).
5. Los elegantes estilismos en 1967.
6. Entrega del primer premio 6 en el año 1987.
4. El jinete italiano Frankie Dettori recibe de manos de la reina Isabel II el Premio Gold Cup (2019, uno de los últimos años en los que acudió la reina). 5. Los elegantes estilismos en 1967. 6. Entrega del primer premio 6 en el año 1987.
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