La gran belleza
Tradición y teatralidad son claves en la trayectoria del diseñador Leandro Cano. Con la artesanía que le enseñó su abuela Carmen siempre por bandera, el jienense celebra la primera década de su marca homónima reivindicando sus raíces y la importancia de la emoción a la hora de crear.
El poderoso vínculo de Leandro Cano (Jaén, 1984) con la artesanía andaluza nace, dice, de una necesidad. «De pequeño sufría de eso que ahora se llama bullying. Imagínate, en un pueblo pequeñísimo de Jaén, yo era gordito, con gafas y homosexual. Allí los niños jugaban al fútbol y ayudaban a sus padres a recoger la aceituna del campo, pero yo tenía otras inquietudes. Por suerte, encontré refugio en el patio de la casa de mi abuela Carmen junto a ella y sus amigas, que pasaban horas allí tejiendo. Aprendí de ellas y, aunque suene tremendista, puedo decir que me salvaron la vida», explica el diseñador. Esos años aferrado a las faldas de su abuela, su mentora, musa y mejor amiga, son hoy la base no solo de su vida personal, sino también de su proyecto, una asentada marca homónima reconocida a nivel internacional que en este 2022 ha celebrado su primera década de éxitos.
Cano estudió primero Fotografía y Diseño Gráfico en Granada, y fue a los 25 años cuando decidió seguir su instinto y empezar a formarse en Diseño de Moda. «Sabía que quería hacer algo creativo y de pequeño hacía con mi abuela los vestidos de las muñecas de mi hermana. Con ella aprendí a hacer ganchillo, macramé, punto de cruz; me he criado con ³
artesanas y esa es mi gran baza», afirma orgulloso. Desde luego lo fue cuando Marc Jacobs puso su ojo en él. Cano acababa de desfilar por primera vez con su propia marca en la pasarela madrileña cuando un amigo lo animó a presentarse al premio Designer For Tomorrow en Berlín, del que Jacobs era padrino. Lo hizo y ganó.Además de ser becado para elaborar una colección bajo su supervisión, Cano tuvo la oportunidad de hacer prácticas en el equipo del diseñador americano, a caballo entre NuevaYork y París, donde llevaba la dirección creativa de LouisVuitton. «Con él aprendí que la gente grande es humilde. Puede aparentar otra cosa por lo excéntrico que es, pero es una persona cercana y que cuida a su equipo», recuerda.
En ese tiempo de máster intensivo junto a uno de los creadores más relevantes de las últimas décadas, Leandro aprendió a trabajar a gran escala y entendió el mercado internacional de primera mano. Pero en un momento dado, estando en Nueva York, su abuela enfermó y tomó la decisión de dejarlo todo para estar con ella. «Tenía grandes posibilidades de seguir creciendo allí, pero ella me había criado y no podía ser tan egoísta, así que me volví a España». Fue entonces cuando pudo centrarse de nuevo en su marca y en el motor que ha hecho de ella la insignia que es ahora: la artesanía. Esta es la base de cada una de sus creaciones: «Al empezar cada colección, pienso: ¿qué técnicas artesanales podemos utilizar para engrandecer las piezas?», cuenta.Y así busca en la tradición, la agita con el presente, y crea su propio futuro en una visión que ahora mueve la industria del lujo, pero que para Cano fue indispensable desde su comienzo. «Siempre he entendido la artesanía como el verdadero lujo. Por el tiempo que se le dedica, por las técnicas ancestrales que usa; es un legado incalculable que en otros países aplauden y que en España nos cuesta valorar. Parece que hasta que Dior no ha venido a encumbrarlo, no se ha ensalzado lo suficiente», apostilla refiriéndose al desfile de la casa francesa en Sevilla el pasado abril.
En su ferviente apuesta por lo hecho a mano, destaca la asociación que creó hace algunos años en su pueblo, reuniendo a las artesanas que durante tantos años habían tejido en el patio de su abuela. «Al morir Carmen dejaron de reunirse para tejer, y eso me dio mucha pena. No podía ver su casa vacía, no podía soportar que no se juntaran, y pensé que a mi abuela le gustaría verlas allí haciendo punto.Así creamos la asociación de mujeres artesanas en el pueblo, en su casa. Están todas las que me han enseñado: Gertrudis,Virtudes, Ana… y también las hijas y las nietas, a las que intentamos incorporar de alguna manera ahora ➤
“ENTIENDO LA ARTESANÍA COMO EL VERDADERO LUJO, ALGO QUE EN OTROS PAÍSES APLAUDEN Y AQUÍ NOS CUESTA VALORAR”
que empiezan a interesarse al ver que el ganchillo puede tener futuro en una marca de moda como esta».
LA DÉCADA PRODIGIOSA
A lo largo de estos diez años, Leandro Cano ha creado en su marca un particular universo que, dice, solo se puede describir como el de un niño jugando divirtiéndose.A vueltas con la tradición, ha bautizado sus colecciones más célebres con nombres tan castizos como Ofrenda,A tu vera, Carmen o Corrida. Esta última fue un controvertido punto de inflexión en su trayectoria: «Quise inspirarme en la tauromaquia y la religión, y pensé que nos iban a crucificar por ello, y con razón, porque estábamos tocando los dos temas más complicados del imaginario español. Pero quise hacerlo informándome y desde el respeto, pasé un año hablando con toreros, yendo a ganaderías… Quería saber por qué desde fuera se habían hecho grandes homenajes a este universo en Dolce & Gabbana, Lacroix, Galliano…, y nosotros no podíamos por nuestros prejuicios. Investigué mucho para saber dónde no debía caer y, por suerte, jamás me han tachado de nada, ¡así que debí de hacerlo bien!».
Este año, para celebrar su décimo aniversario, Cano ha dado vida a dos colecciones para el recuerdo. La primera, Hispania, la costa de los conejos, la presentó en el Castillo de Santa Catalina en Jaén, desfilando por primera vez en su tierra. Inspirado por esta provincia, la que más castillos tiene de Europa, construyó 38 looks repletos de referencias medievales, como un pasamontañas tejido a mano con forma de almena o tops largos de rejilla de lana, como cotas de malla; la segunda colección, la artística (crea una de este calibre cada
“MIS CREACIONES CONECTAN CON LA GENTE GRACIAS AL FACTOR EMOCIONAL. CUANDO ERES REAL Y HONESTO, SEVALORA”
año, en torno a la cual giran dos colecciones comerciales), la presentó en la Embajada española de París durante la Semana de la Alta Costura. La llamó El baile de los excluidos, y se compuso de diez propuestas, cada una en homenaje a un año de su carrera, y una más, englobándolos todos. Le ha llevado más de tres años ponerla en pie: «La pandemia me obligó a alargarla pero, por lo general, las colecciones artísticas me ocupan un año de trabajo. En esta, la pieza que recorre toda mi carrera está cosida en oro y, solo esa, ha tomado un año y dos meses de minucioso bordado», concede.
Leandro Cano ha hecho de sus raíces su bandera; de lo que un día pensó que lo excluía, su caballo ganador. Ha hecho de la tradición el arte que merece ser y, a pesar de lo elaborado de su imaginario, puede decir orgulloso que ha logrado conectar con su público. «Es gracias al factor emocional.Todos sabemos hacer prendas más o menos bien. Pero lo que no es tan fácil es que cuenten una historia que emocione. Cuando eres honesto y real, la gente lo valora», dice. Satisfecho de su camino hasta aquí, pone la vista en los próximos diez años: «Un sueño por cumplir sería llevar la dirección creativa de una marca internacional», confiesa. Encajaría a la perfección. «Ay, hija, ¡yo también me veo! –ríe–. Pero ya sabes que estas cosas son complicadísimas. Eso sí, como yo siempre digo: es complicado, pero no imposible. Esa es la actitud». ■