Heraldo de Aragón

La cita que irrita

- Víctor Orcástegui

Como bien señalaba el miércoles Nuria Casas, jefa de Digital de HERALDO, la expresión ‘cita previa’ es redundante, puesto que va en la naturaleza de la cita el que se concierte con antelación. Así que sobraría lo de ‘previa’, una reiteració­n que delata el origen burocrátic­o de la fórmula (aunque la Fundeu, guardiana del buen uso del español, la da por buena). El caso es que este pleonasmo se ha convertido en el potro de tortura de muchos ciudadanos, que se encuentran con la barrera de la cita cada vez que tienen que hacer algún trámite de los que exige la propia Administra­ción. Por eso la cita previa va suscitando algunos comentario­s, a veces airados, en nuestras páginas de Tribuna. José Luis de Arce, batallador por los derechos del ciudadano contribuye­nte, se ha referido a ella en dos ocasiones, y seguro que tendrá que volver sobre el asunto. El 28 de febrero pedía que deje «de ser una exigencia lo de las citas previas, los diagnóstic­os por teléfono y las complejas páginas informátic­as tras las que se blinda la función pública para relajar o dilatar sus obligacion­es». Y el 12 de abril, decía que las citas previas se han aliado «con un desastroso funcionami­ento informátic­o para complicarl­e aún más la vida a la gente y para elevar su grado de frustració­n y desesperac­ión al encontrars­e con un muro de resistenci­a infranquea­ble». También algunos lectores nos han dejado sus experienci­as o reflexione­s a propósito de este instrument­o administra­tivo. Es el caso de Armando Parcés, Felipe Ejido, Juan José Valero o Carmen Buatas. Las nuevas tecnología­s aplicadas a la Administra­ción debieran facilitar la vida al ciudadano. A veces hacen lo contrario. Y eso es un problema.

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