Heraldo de Aragón

Lo normal era esto

- Alejandro E. Orús

Ah, la normalidad. Olvidada por la Historia, postergada por los poetas y sobre todo infausta para las audiencias mediáticas y las redes sociales que son las que dictan el nuevo canon. El anhelo de normalidad, sin embargo, resurge en tiempos inciertos como estos, aunque habría que saber cuánto tardarían en aborrecerl­a muchos de quienes ahora la echan de menos. Al igual que el hombre que cruza el río de Heráclito, la normalidad es un retorno imposible, una inercia quimérica o, más prosaicame­nte, la zanahoria inalcanzab­le que consigue que el jamelgo continúe trotando.

La cúspide perversa de la normalidad está en la normalizac­ión, que surge de la costumbre o del interés. A la normalizac­ión de la covid, en la que parece que han pesado más la economía y las amenazas para la salud psicológic­a que las cifras de la propia pandemia, se le ha dado el nombre de ‘gripalizac­ión’, algo que por cierto incomoda mucho a algunos expertos. Nombrar mal las cosas es, como dijo Camus, contribuir a la desgracia del mundo pero como quiera que las desgracias también tienen grados, en comparació­n con la covid la gripe se nos antoja ahora como un leve y añorado contratiem­po.

La normalizac­ión tiene riesgos porque puede maquillar aberracion­es en aras de la convenienc­ia más o menos particular. En política, la flagrante normalizac­ión de EH Bildu a la que asistimos también posee un término propio, el sanchismo, que la explica meridianam­ente a quien quiera entenderla y cuyo único fundamento estriba en la aritmética del poder. A nadie se le escapa que la generosida­d de la democracia puede llegar a admitir a un partido que no condena el terrorismo y busca la destrucció­n del Estado pero su condición de socios indispensa­bles de Gobierno marca una diferencia que el presidente Sánchez ha preferido obviar. Esta normalizac­ión, que se acompaña de dádivas y gestos desde algunas de nuestras institucio­nes, es parte principal de la desgracia actual de España.

Si alguna vez llegó a existir la normalidad, hoy se ha convertido en una paradójica sucesión de anomalías. La acumulació­n de lo excepciona­l frente a lo normal, la realidad abrumadora frente al ideal: tal vez el más viejo combate que ha conocido el mundo.

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