Heraldo de Aragón

Cuerdas de violín

- María Pilar Martínez Barca

Era una vez un gran violinista llamado Paganini. Algunos decían que él era muy extraño. Otros, que era sobrenatur­al». Así comienza el cuento que relata la hazaña del músico: cómo fueron quebrando tres de las cuatro cuerdas, sin dejar que cada nota cesase de fluir del alma del instrument­o y del artista. Hermosa metáfora en estos tiempos sedientos de belleza.

Frente al tsunami de precarieda­d y mentira en el que parece nos hundimos, repunte de contagios, programas Pegasus, violencia doméstica o esa otra salvaje de Afganistán y Ucrania, violacione­s indiscrimi­nadas, desempleo de autóctonos y refugiados, el planeta al borde del cataclismo… esta semana he podido degustar el discurso de dos grandes maestras, María Antonia Martín Zorraquino y Rosa Montero, que con solo dos cuerdas, lenguaje y creativida­d, transforma­n el dolor en armonía.

Citando a su vez a sus maestros, Emilio Alarcos y Eugenio Coseriu, junto a célebres estudiosos y profesiona­les del periodismo, Fernando Lázaro Carreter y Mariano de Cavia, nuestra querida catedrátic­a diferencia entre idiomática e inadecuaci­ón o agresivida­d lingüístic­a. Incomprens­ible la primera tras cincuenta y dos años de educación general obligatori­a en España, intolerabl­e la segunda en una Europa culta y acogedora.

«Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza», comienza Rosa Montero ‘El peligro de estar cuerda’, su tercer libro híbrido tras ‘La loca de la casa’ y ‘La ridícula idea de no volver a verte’. La propia experienci­a, numerosos estudios de psicología y neurocienc­ia y autores literarios, le llevan a una conclusión: «Lo verdaderam­ente raro es ser normal». Ya lo decía Sócrates: «Ningún genio es grande sin un toque de locura».

La vocación creativa no siempre va unida al talento, sí a ciertas peculiarid­ades del cerebro que nos hacen proclives a la bondad y a la belleza. Kafka, Proust, ValleInclá­n, Juan Carlos Onetti, Agatha Christie, Rousseau o Freud entre otros lo confirman. También muchos artistas de a pie.

«Es una lástima que los locos no tengan derecho a hablar sensatamen­te de las locuras de la gente sensata» (William Shakespear­e). Muramos de pasión, no de heridas de guerra.

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