El pionero Zanetti, el falsificador de billetes, Canfranc y el asesinato de Cepero
● José Antonio Hernández Latas publica ‘Historias mínimas de la fotografía’ y un álbum, con Manuel García Guatas, sobre una expedición al pantano de la Peña
ZARAGOZA.José Antonio Hernández es un gran estudioso de la pintura del siglo XIX y de la fotografía de Aragón desde sus orígenes. Vinculado a la Universidad de Zaragoza, es un investigador cualificado de la Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo, un trabajador tan incansable como curioso y metódico. Hace pocos días publicaba dos nuevos libros: ‘Historias mínimas de la fotografía (1839-1924). Ensayos sobre la fotografía histórica y sus pioneros, en relación con Aragón’ (Rolde), compuestos por miniaturas de artistas, de gabinetes, de personajes estrafalarios, de álbumes, que son como pequeñas y fascinantes películas de época, y ‘Álbum. Recuerdo de la expedición a Canfranc y al pantano de la Peña, 1908. Fotografías de Leopoldo Alonso’ (Gobierno de Aragón), que escribe al alimón con Manuel García Guatas. «Le debo muchas cosas a García Guatas. Lo siento como mi maestro y que él me haya llamado para este proyecto me ha hecho feliz. Sinceramente, me encanta haber hecho este trabajo con él».
Dedicado a su padre, fallecido recientemente, en ‘Historias mínimas’, Hernández Latas dice que el célebre pionero Ramos Zapetti no existía (era un error de transcripción que se había multiplicado) sino que era el pintor José Zanetti, nacido en Lérida y formado en Zaragoza, que tenía estudio en Roma y desde él tomó una foto. Escribe Hernández Latas: «No resulta difícil evocar la escena. Una cámara oscura, un sol radiante y una ventana abierta a una de las plazas más bellas del Orbe, la Piazza Navona. Oculto bajo el paño oscuro, un singular pintor español, formado en Zaragoza, que había dejado atrás su juventud en Roma, estaba a punto de destapar el objetivo de su cámara… ¿Acaso resulta posible imaginar un escenario más propicio para hacer historia?». Antes que Daguerre, José Zanetti, al que retrató Federico de Madrazo en 1842; el dibujo, esentre pléndido, se expone en el Museo del Prado.
El legado de Montañés
En otro artículo, ‘1849. Roma: una generación de artistas españoles bajo el filo de la revolución’ sigue los pasos de un puñado de creadores, entre ellos el zaragozano Bernardino Montañés. Hernández Latas descubre que aquel «conservaría siempre entre sus fotografías la imagen del compañero malogrado (Francisco Sainz), su retrato de busto, sentado en un velador romano, tomado por Caneva hacia 1849. El espléndido retrato, pleno de naturalidad, puede considerarse, a falta de otros precedentes, el retrato fotográfico español más antiguo, conocido, de los realizados a artista español alguno». Una página más adelante, a través del proyecto Aragón Photo, el investigador glosa «la digitalización y catalogación de una importante colección zaragozana, con raíces o antecedentes familiares en Tauste, que conserva el archivo de los hermanos Supervía, Mariano, obispo en Zaragoza y Huesca, y Miguel, canónigo arcediano de la catedral de Huesca».
Luego se pasea por el gabinete de Mariano Júdez, espectacular; las fotos figuran dos del romántico Federico Muntadas, determinante en los trazados del Monasterio de Piedra; recrea un álbum isabelino centrado en Zaragoza; recuerda la condición de pionero de Cajal y su pasión por la fotografía. Y aborda dos figuras más: el zaragozano Marcelino García Orga, que tenía un estudio de fotografía en Barcelona, oculto, para falsificar billetes.
Al relato de Lucas Cepero dedica dos entregas. Aborda el cuento minucioso y casi inverosímil de su muerte, tras salir de la fiesta de la Asociación de la Prensa en el Teatro Principal, porque tenía en secreto una relación extraconyugal con Pilar Larpa Maluenda, casada con el conductor Calvo Lezcano, que le disparará tras un forcejeo con heridas mutuas. La sentencia, tras el juicio, llama la atención: «Que por hallarse exento de responsabilidad criminal, debemos absolver y absolvemos al procesado Francisco Calvo Lezcano, declarando de oficio las cosas procesales y mandando que aquel sea puesto en libertad si es que no debiere quedar preso por otros motivos...».
Vistas, obras, autoridades
Si el primer libro es interesante, no lo es menos el ‘Álbum. Recuerdo de la expedición a Canfranc y al Pantano de la Peña’ del salmantino Leopoldo Alonso (1877-1949), que fue enviado a Aragón por la revista ilustrada ‘Nuevo Mundo’. Manuel García Guatas hace un trabajo de introducción a la época. «Pocos proyectos de tan deseado porvenir en el siglo del proceso suscitaron tantos anhelos como el ferrocarril», escribe. Recoge festejos, viajes del rey Alfonso XII a caballo, banquetes, medallas, relaciones con Francia, etc.
El álbum perteneció al coleccionista Ángel Morata Monreal, consta de vistas, el curso de las obras, la presencia de autoridades –como el arzobispo de Zaragoza, al que iban a matar los anarquistas en el Terminillo en 1923, y el ministro de Fomento José Sánchez Guerra–, el retrato de paisanos con el traje altoaragonés… El 8 de diciembre de 1908, HERALDO anotaba: «La mañana, aunque fría, transcurrió deliciosamente, reflejándose en los semblantes de todos la buena impresión que les había producido esa rápida visita al Pantano de la Peña».