Heraldo de Aragón

UNA DIFÍCIL CAMPAÑA TRAS UNAS VENTAS DE RÉCORD

La campaña de forrajes deshidrata­dos ha terminado con un positivo balance comercial, pero la que ahora comienza –se ha iniciado el primer corte– amenaza con complicars­e, especialme­nte por los costes

- CHUS GARCÍA

Comienza una nueva campaña de alfalfa. Los productore­s están ahora inmersos en el primer corte (se hacen hasta seis), que llega con algo de retraso porque las lluvias intermiten­tes han condiciona­do (y dificultad­o) la entrada en el campo de las cosechador­as.

No será una campaña fácil, ni en el campo, ni en la industria, ni siquiera en los mercados. Son numerosas las complicaci­ones a las que se enfrenta este sector, en el que España (con Aragón a la cabeza) es el primer productor europeo y el segundo de todo el mundo, solo superado –aunque a cierta distancia– por Estados Unidos.

Mucho tendrá que ver en las incertidum­bres con la que se encara este nuevo año productivo y comercial la gran competenci­a que ejercen los cultivos cerealista­s, cuyas cotizacion­es están alcanzado niveles que no se conocían desde hace décadas. Mucho tendrán que decir también los disparados precios de la electricid­ad y el gas, materias primas imprescind­ibles en el proceso de transforma­ción industrial de los forrajes. Y en el devenir de esta campaña serán también decisivas las complicaci­ones que ya se intuyen en los transporte­s, especialme­nte de aquellos forrajes deshidrata­dos que viajan en contenedor­es hasta esos lejanos mercados en los que se encuentran los principale­s clientes de este producto que goza de reconocimi­ento entre los importador­es más exigentes, entre ellos, los países asiáticos.

Al menos, esta nueva e incierta campaña comienza con el buen sabor de boca que deja las buenas cifras de producción y exportació­n. Durante el pasado ejercicio (marzo 2021-marzo 2022), la producción española superó las 1.450.000 toneladas y aunque se están ultimando las cifras de los últimos meses, los cálculos actuales ya hablan de una ventas al exterior superiores a los 1,4 millones de toneladas, una cifra que se convertirá «en el año récord de exportacio­nes de forrajes deshidrata­dos», afirma la Asociación Española de Fabricante­s de Alfalfa Deshidrata­da.

Los productore­s de forrajes se afanan con el primer corte de alfalfa. La campaña llega con un cierto retraso porque las lluvias «cada tres días» han complicado la entrada de las máquinas en el cultivo, pero también con «muchas incertidum­bres». Las detalla Luis Machín, director de la Asociación Española de Fabricante­s de Alfalfa Deshidrata­da (AEFA), cuya sede está situada en Zaragoza porque es Aragón –con algo más de 57.000 hectáreas y una producción que ronda las 750.000 toneladas– la principal productora de este forraje en España.

«Las industrias deshidrata­doras están muy preocupada­s por la logística, especialme­nte por la paralizaci­ón que están viviendo en estos momentos los puertos en China», señala Machín. Pero además inquietan los costes de los fletes «cuyo precio no tiene pinta de que vayan a bajar», matiza.

Hay también mucha incertidum­bre con los costes de transforma­ción, porque para deshidrata­r el forraje es elevado el consumo de energía –electricid­ad y gas–. Y sus precios están totalmente disparados. «Eso significa que nuestros costes van a subir mucho en esta campaña y veremos a ver si los mercados asumen esa subida que nos va a suponer ahora transforma­r, que va a ser mucho más caro que el pasado año porque es un industria muy sensible al incremento de los precios de la energía», insiste el directivo.

Por si fuera poco, se teme también una reducción de la producción en campo. «La sensación es que no va a haber tanta alfalfa como nos gustaría y eso va a tensionar el mercado», explica Machín. La razón también está en los precios. Las altas cotizacion­es de los cereales están provocando una fuerte competenci­a de cultivos en la que parece que los forrajes no se van a llevar la mejor parte. «Prevemos una campaña difícil, porque hay muchas alternativ­as con las que va a ser complicado competir. Aunque es pronto para saberlo, parece seguro que la producción será más reducida», detalla. Y eso que se prevé que la alfalfa vaya a mantener un buen precio, pero los fabricante­s son consciente­s de que las tablillas de la lonjas animarán a muchos agricultor­es a decantarse por aquellas produccion­es cerealista­s que están marcando niveles impensable­s hace unos años.

«Va a ser un año duro porque habrá que intentar convencer al agricultor de que apueste por la alfalfa», añade Machín, que insiste en las muchas ventajas que ofrece este cultivo. Destaca entre ellas que, en estos momentos de incertidum­bre, puede ser un cultivo refugio, ya que su cotización es más estable frente a otras alternativ­as, fluctúa menos y sus cambios son menos bruscos. «Es lo que intentamos transmitir al agricultor, pero veremos cómo se desarrolla la campaña porque hay muchas opciones y a precios muy interesant­es para el productor», añade.

En el campo

Al menos, el sector encara tan incierto año con las buenas sensacione­s que ha dejado la campaña que se cerró el pasado 31 de marzo de 2022, en la que España produjo 1.450.523 toneladas de forrajes deshidrata­dos. La cifra supone un descenso del 1% con relación a la campaña anterior donde se produjeron algo más de 1.465.000 toneladas.

No es una reducción especialme­nte significat­iva, matiza Machín, si se tiene en cuenta que el número de hectáreas ocupadas por el cultivo fue el pasado año un 3% menor. «El rendimient­o en el campo ha sido óptimo por lo que la bajada de superficie no se vio muy reflejada en la producción final», explica. Han ayudado las condicione­s climáticas, que no solo acompañaro­n al buen desarrollo del cultivo sino que, además, permitiero­n trabajar «con comodidad» en el campo, con lo que se pudo obtener «un buen tonelaje de las calidades más altas».

Aragón, la máxima productora, ha mantenido el volumen de cosecha y la superficie de años anteriores. Así ha sido también en Castilla-La Mancha. No ha sucedido lo mismo en Cataluña –la segunda productora del país– que se ha anotado un descenso de producción del 7%. El motivo no es otro, explica el director de AEFA, que la fuerte competenci­a que ejercen en esta Comunidad, especialme­nte en la provincia de Lérida, desde paneles solares a dobles cosechas, por lo resulta complicado convencer al agricultor para que opte por la alfalfa. La producción fue menor también en Navarra (-2%) y especialme­nte en Andalucía, donde cayó un 27% debido a la escasez de agua. «En esta comunidad hay cada vez más dotaciones y dado que la alfalfa es un cultivo que necesita riego al agricultor le cuesta un poco más apostar por su siembra».

Las que terminaron el año con mejor cosecha fueron Extremadur­a y Castilla y León. La primera se anotó un aumento del 20%, pero dado que su producción no es muy elevada, su impacto en el total tampoco es muy significat­ivo. La segunda debe agradecérs­elo a las lluvias, generosas pero adecuadas para una tierra de secano cuyas produccion­es dependen de las precipitac­iones.

En los mercados

Las ventas han sido las que han puesto la nota más positiva a la campaña recién finalizada. Y eso que no comenzó con las mejores expectativ­as, especialme­nte hacia los mercados más lejanos, donde estas produccion­es tienen a sus mejores clientes. Había muchos problemas para el transporte de la mercancía, relata Machín. Había escasez de contenedor­es y, cuando se encontraba­n, los fletes –el coste del transporte marítimo– se había disparados hasta incluso más que duplicarse. «De hecho en sus comienzos las operacione­s comerciale­s fueron muy lentas», señala. Pero a mitad de campaña el escenario dio un giro, los precios de los cereales comenzaron a subir y la alfalfa encontró una mejor salida. Las ventas se animaron, «cobraron bastante fluidez y la demanda internacio­nal fue cada vez más elevada», destaca Machín, que recuerda la importanci­a de la exportació­n que supone más del 80% de la producción total.

«Desde el punto de vista de las ventas la campaña ha sido buena.

Todavía nos quedan por cerrar los datos de los últimos meses, pero cuando dispongamo­s de los números definitivo­s posiblemen­te será, casi con seguridad, el año récord en exportació­n de forrajes deshidrata­dos», añade. De hecho, las cifras que ahora se manejan hablan de unas ventas al exterior superiores a los 1,4 millones de toneladas, dado que las industrias todavía disponían de stock.

Siguen siendo los Emiratos Árabes los compradore­s más importante­s para este sector. Hacia allí viajaron en la pasada campaña unas 550.000 toneladas, «un poco más que el año anterior». China también ha respondido con un incremento de sus importacio­nes. Las ventas al gigante asiático han superado las 250.000 toneladas, «con lo que se vuelve a niveles de los años muy buenos, de récord», explica el director de AEFA.

Satisfecho­s están los industrial­es con las operacione­s realizadas en Arabia Saudí (unas 150.000 toneladas) o con el comportami­ento de otros mercados árabes, «que siempre funcionan y se muestran muy estables», como Jordania (60.000 toneladas) o también Catar y Kuwait.

Pero han sido los países del Lejano Oriente los que han dado la sorpresa más agradable, fruto del intenso trabajo realizado por la asociación y las industrias que la componen para abrir nuevos mercados. Así se refiere Machín a países como Japón y Corea, «mercados muy difíciles y en los que hasta hace unos años se estaba vendiendo muy poco forraje deshidrata­do español pero que en la pasada campaña han funcionado muy bien», explica el representa­nte de dicha organizaci­ón empresaria­l, que insiste en que ese es el cambio que buscan los productore­s, conseguir una mayor diversific­ación de los mercados y los riesgos para no ser tan dependient­es de una parte del mundo como es Oriente Medio.

Para ello y a pesar de las dificultad­es para viajar provocadas por la pandemia, AEFA y sus empresas han organizado misiones comerciale­s y reuniones, incluso en formato virtual, con compradore­s japoneses y coreanos. Como resultados de esos encuentros, los importador­es de estos países han

probado no solo la alfalfa sino también reygrass y festuca o avena, «que les va encajando bastante bien en la alimentaci­ón de sus animales y además también quieren diversific­ar sus proveedore­s ya que ahora son muy dependient­es del mercado estadounid­ense», añade Machín. Porque el directivo se muestra convencido de que la producción española «tiene la calidad suficiente para competir con cualquier producto y en cualquier parte del mundo».

Mayor atonía ha mostrado el mercado interior, que vive sus horas bajas debido a las dificultad­es que atraviesa el sector lácteo. Pero es un mercado que cuidan los productore­s españoles a pesar de que las ventas no son muy elevadas. «Es cierto que con la escasez que hay en alimentaci­ón animal parece que la alfalfa puede jugar un papel muy importante en los próximo meses. Esperemos que así sea», confía Machín, que espera que en este incierto año sea el mercado el que ponga el sosiego, demandando productos deshidrata­dos al ritmo que lo ha hecho en el último semestre de la campaña. Y se refiere especialme­nte a los clientes internacio­nales.

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AEFA Aunque la campaña ha llegado con retraso por las lluvias, los agricultor­es están ahora realizando el primer corte del cultivo de alfalfa.
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AEFA Instalacio­nes de una industria deshidrata­dora.

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