Heraldo de Aragón

Las familias afganas rehacen sus vidas un año después

● Lograr un empleo y alquilar una vivienda son las principale­s carencias para los refugiados que huyeron de los talibanes

- S. CAMPO

ZARAGOZA. Hace ahora un año llegaron huyendo del terror talibán que los considerab­a enemigos por haber colaborado en Afganistán con el Gobierno español, especialme­nte con militares. Los refugiados afganos, en su mayoría familias con varios hijos y abuelos, empezaron así una nueva vida no exenta de dificultad­es para lograr su autonomía económica y social y echar raíces. Doce meses después, lograr un trabajo y alquilar un piso para no depender de las ayudas gubernamen­tales del programa de protección internacio­nal son sus principale­s necesidade­s. Aunque muchos tienen un buen nivel de español y alta preparació­n, con estudios universita­rios, los obstáculos no son pocos.

De aquella Operación Antígona, como se llamó a las evacuacion­es, se quedaron en Aragón varias familias. A ellas se han sumado en las últimas semanas 65 personas más que emprenderá­n un itinerario similar al que ellos han seguido en organizaci­ones como Accem, Cruz Roja, Fundación Cepaim, Fundación ApipAcam, YMCA y la Fundación Iniciativa Solidaria Ángel Tomás.

Nasim Abduh, de 30 años, y su mujer Zainab, de 27, tuvieron a su primer hijo en Zaragoza el pasado 4 de enero. Nasim, que es ingeniero civil, se refiere a él como un «afganomaño» y fue su auténtico regalo de Navidad tras un angustioso periplo. Un chivatazo gracias a un hermano vinculado al Gobierno les hizo abandonar Afganistán a finales de julio y el 27 de ese mes llegaron a Barcelona, donde tras dos meses recalaron en la capital aragonesa. Pidieron un visado para venir de vacaciones a España.

La pareja, junto al pequeño

Menhram, vive en un piso de la Fundación Cepaim junto a otros refugiados venezolano­s –ocho personas en total-, que le han pegado un gracioso «ahorita». Además de estudiar castellano ha aprendido de carretille­ro y hace cuentas sobre el coste de la vida. Le preocupa la situación de su hermano que se exilió a Irán y está intentando que pueda venir. Para despedirse busca lo que desea decir en el traductor del teléfono móvil: «No queremos que el mundo reconozca a los talibanes».

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