«Nuestro sueño ahora es encontrar un trabajo y poder alquilar un piso»
ZARAGOZA. Shapoor Yawari, de 35 años, enseña en el móvil fotografías de los soldados españoles con los que trabajó como traductor en Herat y de alguno dice que fue su «mentor». Afifa, de 32, era profesora de cultura islámica. El 27 de agosto hará un año que llegaron a España con su dos hijas, de 5 y 3 años, y la hermana de él, de 18. Para Shapoor era importante salir de su país también con ella porque con la llegada de los talibanes se ha prohibido a las chicas mayores de 11 años asistir a la escuela y «quiero que estudie y llegue a la Universidad si puede». También temía que acabara casándose «obligada» o algo peor.
«Nuestro sueño ahora es encontrar un trabajo y poder alquilar un piso», dice Shapoor en un castellano que estudió en la universidad y que lucha por mejorar. Y repite varias veces a lo largo de la entrevista que estos son sus «dos problemas graves». En el marco del programa de protección internacional cuentan con el apoyo de la Fundación Cepaim. Tienen cubiertos sus gastos esenciales, pero después de 12 meses ha llegado la hora de pasar a la fase de autonomía y alquilar una vivienda a su nombre, aunque la organización responda por ellos. El itinerario dentro de este plan del Ministerio de Inclusión suele durar un máximo de año y medio y el tiempo corre en su contra.
Durante el curso acudieron a clases de español en la Escuela Oficial de Idiomas y ahora siguen en verano con personal de Cepaim. «Poco a poco voy entendiendo y hablando un poco más», apunta Afifa, que lleva su cuaderno de apuntes bajo el brazo y le va echando algún que otro vistazo. Le gustaría encontrar un empleo relacionado con el cuidado de niños. Shapoor ha hecho cursos de mecánico de fábrica y de fontanería y electricidad y está dispuesto a enganchar «de lo que sea y sepa hacer, para mí es muy importante empezar a trabajar ya». Sus hijas, cuentan, se han integrado «muy bien» en el colegio y la guardería. La hermana de Shapoor ha hecho secundaria en un instituto porque su nivel de español no le permitía cursar el bachillerato que le correspondía por su edad. Están agradecidos con el Gobierno español y con los profesionales de Cepaim. De Zaragoza, donde quieren quedarse, les gusta sobre todo que «la gente es muy amable».