Una Diada fallida
Aragonès ha dicho ante el monumento a Casanova que los catalanes volverían a votar. Se supone que se refiere a que volverán a votar un referéndum de independencia, aunque no ha sido tan explícito. Al homenaje a Casanova ha asistido la parte del gobierno autonómico que pertenece a ERC, más la Mesa del Parlament; al acto organizado por Omnium, Aragonés y dirigentes de ERC; y los asistentes a la manifestación de la Asamblea Nacional Catalana, con el respaldo de Junts -sin Puigdemont- muchos menos asistentes de los que presumían los independentistas.
A Junts y ERC solo les une el gobierno compartido y, según unos y otros, les queda poco de vida en común. Quedan atrás aquellas Diadas multitudinarias, la kale borroka catalana que cortaba autopistas y arremetía con saña contra los que quería quitar los lazos amarillos de edificios que no querían saber nada de secesionismo.
Esta Diada, fallida entre otras razones por la división del secesionismo, hace evidente el hartazgo de gran parte de los catalanes, incluidos muchos de los que hasta hace poco creían que España oprimía a Cataluña. Pues sería una región castigada, pero hasta que el independentismo mostró su cara feroz, era una de las comunidades más avanzadas y con mayor riqueza y nivel cultural. Hoy es ejemplo de tristeza, falta de empuje y papanatismo.
El independentismo catalán pierde fuelle a pasos agigantados. Solo encuentra oxígeno en Pedro Sánchez, al que apoya en sus iniciativas más polémicas porque sabe que es la fórmula para seguir alimentando el autogobierno.