Dos décadas de ataques selectivos contra sus líderes han debilitado a Al Qaeda
Los gobiernos de EE. UU. hn acabado uno por uno con los jefes de la organización que planeó el 11-S
ESTAMBUL. Cada vez que el calendario llega al 11 de septiembre, el recuerdo de los atentados cometidos por Al Qaeda (AQ) en Estados Unidos en 2001 se hace presente. Veintiún años después, las autoridades estadounidenses han ido acabando uno por uno con los líderes de la organización que planificó y ejecutó los ataques. Hace tan solo un mes, Joe Biden, anunció al mundo la muerte de Ayman Al Zawahiri, el último cabecilla en sumarse a esta larga lista de la venganza. El sucesor de Osama Bin Laden, de 71 años, vivía junto a su familia bajo la protección de los talibanes en una zona exclusiva de Kabul y fue asesinado por un avión no tripulado mientras tomaba el aire en el balcón de su casa. Desde entonces, la única respuesta de AQ ha sido el silencio, pero tarde o temprano anunciarán el nombre del elegido para dirigir una organización que aspira a seguir siendo una amenaza global. En cuanto lo nombren, estará en el punto de mira de Washington.
La primera reacción del entonces presidente George Bush a los atentados del 11-S fue lanzar la que bautizó como «guerra contra el terror». Primero invadieron Afganistán, país en el que tenía su base AQ , después hicieron lo mismo con Irak, basándose en unas inexistentes «armas de destrucción masiva», y después pusieron en marcha un programa de asesinatos selectivos que poco a poco ha ido acabando con las grandes figuras de AQ central y de sus filiales, sobre todo en Irak y Yemen.
Osama Bin Laden era el objetivo número uno y el gran golpe a AQ se produjo en la ciudad paquistaní de Abbottabad, 150 kilómetros al norte de Islamabad, el 2 de mayo de 2011. Esa noche 23 miembros de las fuerzas especiales (SEAL), un traductor y un perro mataron a la persona que durante una década había burlado al Ejército más poderoso del mundo en una operación de película. Bajaron de su helicóptero y habitación por habitación buscaron al saudí. Pasados unos minutos se escuchó el mensaje más esperado: «Geronimo E.K.I.A (Gerónimo era el nombre clave para referirse a Osama y EKIA son las siglas en inglés de enemigo muerto en acción)». Nueve años, siete meses y 25 días después los estadounidenses vengaban a las víctimas del 11-S. Después se decidía arrojar su cuerpo al mar para evitar que el lugar donde fuera enterrado se convirtiera en lugar de peregrinación.
Aunque Al Zawahiri recogió el testigo de Osama, Estados Unidos nunca apartó de su radar a los Bin Laden y en septiembre de 2019, Donald Trump anunció la muerte de Hamza Bin Laden. Este era el hijo de Osama nacido en 1989 en Arabia Saudí, fruto de su tercer matrimonio con Khairiah Sabar.
«Los asesinatos selectivos son efectivos en términos de estrategia antiterrorista en escenarios donde desarrollar operaciones de detención es casi irrealizable. Esta fue la razón principal para dar prioridad a este tipo de acciones que para Al Qaeda central han resultado devastadoras no solo por la eliminación de mandos, sino porque obliga a los líderes a dar prioridad absoluta a la seguridad, controlar comunicaciones… y resta capacidad operativa», explica el profesor de la UAM Luis de la Corte, experto en terrorismo.