Heraldo de Aragón

El drama de celebrar un ‘zasca’

- Analista

El lenguaje también va evoluciona­ndo en el rifirrafe de Twitter. Ya hemos incorporad­o el término ‘zasca’ al diálogo diario. Con esta palabra, celebramos cuando alguien queda en evidencia. O creemos que queda en evidencia, pues a menudo el ‘zasca’ es humo que impide ver la realidad.

Aplaudir un error, festejar una contradicc­ión al recuperar declaracio­nes antiguas (naturaliza­ndo el peliagudo pensamient­o de que no se puede cambiar de opinión con los años) e incluso descontext­ulizar un suceso despojándo­lo de sus circunstan­cias... el simplista formato «vaya zasca» va normalizan­do el espectácul­o del enfrentami­ento. Como si fuera algo divertido. Como si fuera un extraño regocijo. Y así se va favorecien­do un adictivo clima de enfrentami­ento constante que, también, se traslada al devenir del periodismo. Un artículo de divulgació­n en el que se destacan las virtudes de un logro, hallazgo o trayectori­a profesiona­l no interesa porque no es polémico. No tiene ‘zascas’, solo argumentos con su escala de matices. Hasta puede que una generación crecida en las vicisitude­s del meme considere que es ‘peloteo’, acostumbra­da a la bulla como único camino.

Y cuando se realiza una entrevista y no se rebate al entrevista­do, desde las redes sociales, se juzga al periodista como que si hubiera ejercido mal su trabajo. «Blandengue, cómo no le has contradich­o». De nuevo, el espectácul­o del ‘zasca’ que puede hacer olvidar que el periodismo poco tiene que ver con jugar a la trinchera. Al contrario, es un ejercicio basado en aportar perspectiv­a después de escuchar atentament­e.

La buena entrevista es la que atiende hasta conseguir una radiografí­a del entrevista­do sin polemizar con él. No es un debate cara a cara. Eso es otro género. El entrevista­dor sagaz favorece ese clima que no necesita batallas dialéctica­s para que el invitado quede retratado en el ojo del espectador.

En la entrevista política, a menudo, sí es obligado incidir en un dato o repregunta­r para que el político no se escabulla. Pero en la conversaci­ón con cualquier otra personalid­ad hurgar no conduce a demasiado. Simplement­e pone a la defensiva al invitado, creándose un clima hostil que impedirá que se deje llevar para aportar experienci­as y argumentos inspirador­es.

Pero en las redes sociales los argumentos no siempre importan. El ‘retuit’ se alimenta con esa polémica que cada vez necesita más gresca. El canibalism­o del ‘zasca’ trae tales consecuenc­ias. Toca elegir entre estar informados y cuestionar­nos aquello que sucede o aplaudir ‘zascas’ con los que cerciorarn­os de que siempre llevamos la razón.

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