Siete de cada diez gestores de fondos esperan una desaceleración económica
MADRID. «En realidad, no se nos da muy bien realizar previsiones. Hacemos como que sí, pero lo cierto es que no». Son palabras de Alan Greenspan, presidente de la Fed entre 1987 y 2006, que hace unos días los analistas de DWS recuperaban en un informe para sus clientes en el que reconocían que, en el entorno actual, estimar lo que puede ocurrir a medio plazo es misión casi imposible incluso para los responsables de la política monetaria. Esa sensación de incertidumbre es, precisamente, la que más está pesando en el mercado desde el estallido de la guerra en Ucrania.
Y el complejo escenario de crisis energética e inflación elevada seguirá marcando al mercado durante un tiempo. Por eso los expertos coinciden en que cada dato y cada movimiento de los bancos centrales será clave para ir delimitando el devenir de las bolsas en la recta final del año.
Uno de los indicadores del sentimiento inversor más seguido por el mercado es la encuesta de gestores de fondos de Bank of America, que en el mes de agosto reflejó cierta mejora en algunos de sus modelos. Por ejemplo, un 67% de los inversores piensa que la economía mundial se debilitará en los próximos 12 meses. Parece una cifra muy elevada, pero hay que tener en cuenta que viene de un récord en julio del 79%.
Respecto a Europa, un 73% de los encuestados espera una desaceleración del crecimiento económico, también por debajo del 88% del mes anterior.
La visión es, sin duda, algo menos pesimista que hace unas semanas. Pero los nubarrones siguen muy presentes en el documento y habrá que esperar a la encuesta de septiembre para comprobar si las sensaciones han empeorado tras los últimos movimientos de los bancos centrales.
De momento, energía e industria farmacéutica siguen siendo los sectores favoritos de los gestores encuestados frente a construcción e inmobiliario, que han pasado a ocupar las últimas posiciones.
La encuesta también refleja cómo la gran preocupación de los inversores sigue siendo la inflación y, sobre todo, su posible impacto en el consumo y en el crecimiento económico. No hay que olvidar que en economías como la estadounidense el consumo privado representa casi un 70% del PIB.