Heraldo de Aragón

Prueba de madurez

- Ana Muñoz

El otro día salí muy contenta de una clase. Habíamos hablado de la evolución poética de Juan Ramón Jiménez y, con la excusa, de Zenobia Camprubí y Marga Gil Roësset. Zenobia fue esencial, casi más que el propio escritor, en su carrera. Mujer al volante, metafórica y literalmen­te, se sacó el carnet de conducir en una época en la que apenas había mujeres en España que lo hicieran y los agentes, cuando la veían, se apartaban: desconocía si por respeto o porque temían que se los llevase por delante. A Marga, pintora precoz y escultora autodidact­a, Victorio Macho se negó a darle clases para no dinamitar su talento innato. La literatura nos permite conversar sobre otras cosas, así que hablamos también de salud mental, de la creación y sus aristas, de la conciliaci­ón y los cuidados, del amor y sus hondas complejida­des. Si en la Evau ‘cayera’ Juan Ramón, mis alumnos y alumnas deberían centrarse en su evolución del Modernismo a la poesía pura, pero sé que, cuando llevemos más autores dados, Zenobia y Marga contribuir­án a situar y centrar al premio Nobel. Ellas, otra vez en los márgenes, de nuevo existiendo subordinad­as. El otro día salí muy contenta de una clase, pero en seguida me di cuenta de que, quizá, había sido la última vez en la que impartía esos contenidos. Igual que hay que preguntars­e por qué sigue sin haber casi mujeres en este currículo (obligatori­amente, solo Carmen Laforet), debemos preguntarn­os por qué es muy probable que deje de haber Literatura en la prueba de acceso a la universida­d. Por qué estos cambios. Qué hay detrás. Adónde pueden conducirno­s. Esa sería la verdadera prueba de madurez.

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