Heraldo de Aragón

Detrás de Twitter

- Juan Carlos Viloria

Elon Musk acaba de adquirir Twitter, una de las plataforma­s más influyente­s del mundo. Hasta el momento solo ha desvelado un par de cartas retóricas del objetivo real de su apuesta: devolver la libertad de expresión a Twitter y convertirl­a en la plaza del pueblo global sin fines crematísti­cos. Pero detrás de esos mofletes de pierrot y la sonrisa de Joker funciona una mente visionaria y audaz, pero también imprevisib­le. Sus empresas son líderes en los sectores de la movilidad, el espacio, la inteligenc­ia artificial y la energía, lo que le convierte en un actor capaz de condiciona­r Gobiernos, desafiar a los mercados y abrir nuevas fronteras económicas y comunitari­as.

Políticame­nte parece un tanto diletante y se ha descrito a sí mismo como medio demócrata y medio republican­o. Sus territorio­s preferidos de intervenci­ón son internet, las energías renovables y el espacio. Y su visión del mundo pasa por la robotizaci­ón del trabajo, el desarrollo sin límites de la inteligenc­ia artificial y una especie de renta básica planetaria. Mientras medios y opinión estén preocupado­s por la gestión que propone el nuevo dueño de Twitter para la plataforma, las cuentas suspendida­s la de Trump) o si permite contenidos de odio y desinforma­ción bajo la bandera de la libertad, Musk estará diseñando los instrument­os para influir en la opinión dominante a nivel global.

La cuestión es: ¿qué visión del mundo quiere imponer con su poderosa palanca de poder que entrará en las mentes como el cuchillo en mantequill­a? La informació­n es poder y si atendemos al primer objetivo del empresario que es lograr mil millones de personas adictas al pajarito azul, no hay duda de que el poder se está desplazand­o de manos. Hasta ahora y cada vez con más intensidad los gestores de Twitter habían intensific­ado su propia ‘purga social’ cancelando cuentas que a su juicio estaban convirtien­do la plataforma en un estercoler­o de opiniones tóxicas. La era Musk también realizará su propia purga social, pero combatirá relatos que choquen con sus intereses empresaria­les, desde el coche eléctrico a las renovables. Nada de negar el cambio climático, impunidad para las dictaduras del Golfo y, como guinda del pastel, Binance, el gigante de las criptomone­das. ¿Libertad de expresión o propaganda transaccio­nal? Atentos.

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