Miles de seguidores de Bolsonaro exigen una intervención militar contra Lula
● Los bloqueos siguen en las carreteras de una quincena de Estados brasileños, mientras el Gobierno prepara una transición «ordenada» del poder
BRASILIA. Miles de simpatizantes del presidente saliente, Jair Bolsonaro, se concentraron ayer frente a los cuarteles de algunas de las principales ciudades de Brasil para exigir una «intervención militar» que impida al mandatario electo, Luiz Inácio Lula da Silva, llegar al Gobierno. Los manifestantes solicitaron a las fuerzas armadas un golpe que «clausure» el Parlamento y la Corte Suprema y que mantenga al actual gobernante en el poder.
Al grito de «resistencia civil» o «Lula, ladrón, tu lugar es la prisión», las principales protestas –en las que no faltaron las estampas de oraciones multitudinarias– tuvieron lugar en Sao Paulo, Brasilia y Río de Janeiro. Fueron convocadas a través de los habituales canales de ultraderecha de las redes sociales. Un medio de difusión que las bases bolsonaristas han utilizado desde la victoria electoral de su líder en 2018, siguiendo al dedillo el manual de estilo populista que extendió Donald Trump en Estados Unidos.
El temor a un traspaso del poder turbulento continúa presente. Porque a las protestas frente a los cuarteles hay que sumar los bloqueos en las carreteras. Centenares de camioneros mantenían ayer el corte de las principales vías en al menos una quincena de Estados en claro desafío a las órdenes del Tribunal Supremo Electoral. El de los camioneros es un electorado clave de Bolsonaro, ya que se benefició de sus políticas para bajar los precios del combustible. La Policía de Carreteras contabilizaba ayer 167 barricadas en distintos puntos del país, sobre todo en Santa Catarina y Mato Grosso, donde el presidente saliente tiene un fuerte apoyo popular. El lunes había casi 500 cortes de carretera.
Los bloqueos han causado ya severos reveses a la economía. Hay problemas en la distribución de combustible, la producción de carne, la entrega de alimentos a supermercados y el envío de cereal a los puertos para su exportación. Y Anvisa, la agencia nacional de salud, advirtió que los bloqueos podrían provocar escasez de suministros médicos. La Policía se emplea a fondo para contener las protestas, aunque se investigan algunos casos de «pasividad» con los manifestantes. Ha habido enfrentamientos en algunas barricadas, sin que hasta el momento haya que lamentar víctimas ni daños personales. La Policía ha interpuesto ya más de 900 multas por cortar el tráfico.
La impresión de que, con su intervención el martes afirmando que acatará la Constitución, Bolsonaro había desactivado a sus bases más exaltadas no ha sido del todo certera. Tras más de 40 horas de sepulcral silencio, el todavía presidente desautorizó a los golpistas en las carreteras, aunque dijo que el «movimiento popular» era «fruto de la indignación y el sentimiento de injusticia por cómo se dio el proceso electoral». Bolsonaro, que reconoció su derrota ante los jueces del Tribunal Supremo, afirmó que «las manifestaciones pacíficas siempre serán bienvenidas», indicó que sus métodos «no pueden ser los de la izquierda» y subrayó que nadie puede impedir «el derecho de ir y venir».
Parece darse, por tanto, una ruptura entre el bolsonarismo institucional y sus bases más radicales en la forma de asumir el resultado de las urnas. Mientras los simpatizantes más exaltados se organizan para protestar, los miembros del Gobierno admiten ya sin tapujos su derrota y hacen los preparativos para una transición «ordenada» del poder.
Por ejemplo, el aún vicepresidente, Hamilton Mourao, aseguró ayer que, si bien no comparte la opinión de quienes afirman que hubo fraude electoral, también considera que «uno de los jugadores», en clara alusión a Lula, no debió de haber participado. «Nosotros estuvimos de acuerdo en participar en un juego con otro jugador que no debería haber jugado. Si estuvimos de acuerdo no hay nada que reclamar. A partir de ahí no tiene sentido llorar más, perdimos el juego», zanjó Mourao en el diario ‘O Globo’.
Mourao, que en primera vuelta fue elegido senador, subrayó que las protestas tendrían que haberse producido cuando «el jugador que no debería haber jugado» fue autorizado. «Ahí deberían haber salido a las calles, pero no lo hicieron. Hay 58 millones de inconformes, pero aceptaron participar en el juego, así que tienen que calmarse», dijo. Lula fue exonerado de sus dos condenas por corrupción en marzo de 2021, tras 580 días entre rejas. El Tribunal Supremo decretó que no había tenido un juicio justo porque el magistrado no había sido imparcial y tampoco el tribunal que lo condenó era competente para ello.