Un manual de historia y periodismo
ANTOLOGÍA DE LAS ENTREVISTAS A LAS BANDAS DE LA MOVIDA DEL CRÍTICO DE HERALDO, MATÍAS URIBE
Parecería que la mina de los ochenta hace tiempo que se ha quedado sin pepitas y cualquier publicación sobre la época se observa con recelo, pero, Matías Uribe, mito viviente del periodismo musical aragonés, realiza un ejercicio diferente de memoria en su nuevo libro, ‘La voz impresa de la Movida’. Uribe busca en el inconsciente colectivo, en la voz de la tinta, allí donde el negro sobre blanco alcanza su significado primordial: una selección de entrevistas a grupos y solistas que pasaron por nuestra tierra desde octubre de 1979 hasta septiembre de 1990.
Voces de los más conocidos, como Loquillo y Trogloditas, Alaska en sus distintas encarnaciones, El Último de la Fila, Gabinete Caligari o Mecano y otras, menos conocidas, como las maravillosas reivindicaciones de Derribos Arias, Heroica, La Mode con el ínclito Fernando Márquez ‘El Zurdo’ al frente, Lunes de Hierro, los olvidados Heroica o Polansky y el Ardor. Imagino a un joven Sergio Algora, con sus primeros proyectos maqueteros, donde ya tocaba temas como ‘Las venas de mi amigo están ardiendo’ de estos últimos o ‘Nada más’ de Mamá.
Uno se tiene que detener en momentos claves: la entrevista a Eduardo Benavente, líder de Parálisis Permanente, cuando su carrera estaba a punto de despegar y, sobre todo, la crónica del concierto de la Plaza de Toros de mayo de 1984, cuando un accidente de tráfico lo convirtió en el primero del Panteón de los caídos de La Movida, cómo Loquillo cambia de discurso cada dos o tres años, Santiago Auserón arrasa con su discurso –aún con un pequeño dardo a su excesivo envaramiento como columnista en su primera versión de ‘Corazones automáticos’–, el psicodélico Poch –que estudiaba en Huesca porque ya no le quedaban más convocatorias de sus asignaturas de medicina en San Sebastián– o la inocencia perdida de las bandas que acuden con sus primeros contratos leoninos firmados con discográficas, que los desecharán unos meses más tarde, provocando el nacimiento de las independientes: DRO, GASA o, al final, La Fábrica Magnética.
Matías Uribe juega con la memoria de los lectores de manera sibilina: no busca la complicidad del lector a través únicamente de los nombres de las bandas; introduce en el que lee la idea del paso del tiempo con una reconstrucción de los lugares para el directo en la capital aragonesa. Podemos ver como la infraestructura de los primeros años resulta precaria, con pases dobles en discotecas donde la música disco y la oscuridad permitían actividades más carnales y menos intelectuales. La sala Starler –ahí transcurre la entrevista a Tino Casal–, o la discoteca Astorga’s –donde los soldados de la base americana acudían en busca de acción, pero donde gente como Chema Fernández, comenzó a programar los primeros conciertos de bandas de la Nueva Ola–. Más adelante los primeros garitos, más modernos, como El Plató, el Escaparate o el Pub Rossé –con el añorado Cachi al frente–, y, avanzando en los ochenta, la llegada del KWM –con Santi Rex de pinchadiscos–, la sala M-tro y, por supuesto, En Bruto, que nos deja justo en la casilla de salida de lo que sería la época dorada de la música aragonesa. También lugares públicos o institucionales, el Anfiteatro del Rincón de Goya, el clásico Pabellón Francés de la Feria de Muestras, el antiguo Cuartel Palafox y, cuando llegó el dinero de la época dorada de primer socialismo, incluso La Romareda.
Las visitas de promoción Muchas de las entrevistas son fruto de las visitas promocionales que las discográficas, en especial las multinacionales, organizaban a sus músicos-producto, pero la mayoría están realizadas prácticamente a pie de escenario, antes o después del bolo. Esas son siempre las más jugosas, con la adrenalina del momento, no había bolo al que no acudiera antes o después, Uribe con su grabadora en ristre. Periodismo de trinchera. Trinchera musical.
Matías, de nuevo, no es explícito, pero deja caer en las entrevistas ese ambiente previo a la eclosión más potente de nuestra historia musical: detalles, como nombrar el primer LP de Proscritos en la entrevista a los Elegantes –Juanma, su guitarra, fue el responsable de la producción del primer trabajo de la banda de Binéfar–, situar a PVP como actuación estrella en la que iba ser ‘I La muestra de pop y rock y otros rollos’ de 1984, cita a los teloneros que abren o cierran algunos de los conciertos masivos, Los Mestizos, Héroes del Silencio, Vocoder, Niños del Brasil, además de situar algunos de los proyectos como Enfermos Mentales o la conexión de los Desechables con la que será discográfica de referencia de la Movida aragonesa, Discos Interferencias.
Con los deberes siempre hechos, con un bagaje previo, sin pelos en la lengua, Matías Uribe hacía entrevistas como hacía crítica. No eran masajes o reseñas, era poner al creador frente a su obra, con todas sus imperfecciones y con toda su belleza. Este libro lo demuestra. Este libro es un manual de historia y, también, de periodismo.