Heraldo de Aragón

Los Windsor

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Mira que es tema recurrente la monarquía británica! Ahora la bomba ha sido la publicació­n del libro-entrevista del príncipe Harry, ‘En la sombra’. Aquí se cuentan, desde su punto de vista, claro, las entretelas de una casa real en la que el príncipe no se encontraba a gusto. Pero las dificultad­es de un miembro de una casa real es algo tan frecuente como lógico en nuestros tiempos. Pues las monarquías son ahora tan anacrónica­s como necesarias en algunos casos como el que tratamos… ¡O España! Normal que el príncipe rechace los oropeles de naftalina, y guste más de la vida de hoy.

Difícil encaje tienen ambas cosas. Pero las dificultad­es de las monarquías no son sólo de hoy, sino de siempre. De ahí la endogamia propia de las casas reales. Aparte de contribuir a alianzas que beneficiab­an a todos, los personajes casamenter­os no tenían que cambiar mucho, pues los usos y costumbres eran parecidos. La monarquía británica siempre tuvo buen cuidado con los matrimonio­s. Por esto, y porque mantuvo siempre la pompa y el esplendor, se ha mantenido en pie. Hasta ahora. De hecho, la dinastía británica ha sido siempre la misma (aunque cambie el nombre)... como la española.

Por no remontarno­s demasiado, los monarcas que inauguraro­n la dinastía de Hannover en el siglo XVIII se sintieron más alemanes que ingleses. La inestabili­dad que hubo a la muerte de Jorge III hizo tambalears­e la corona con Jorge IV. Tuvo que llegar al trono la jovencita reina Victoria, para que se iniciase la época más gloriosa y estable de la Gran Bretaña (1837-1901). Al casarse con Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, su hijo, Eduardo VIII adoptó el apellido paterno, también alemán. Apellido que Jorge V (1910-1936) tuvo que cambiar por el más inglés de Windsor, ante la Gran Guerra contra su primo el káiser Guillermo II de Alemania. Su hijo Eduardo VIII reinó y abdicó en 1936, al casarse con la estadounid­ense y divorciada Wallis Simpson. En todos tiempos cuecen habas.

Así, el tartamudo y valiente Jorge VI murió en 1952 para dar paso a Isabel II, que en su lograda mezcla de dignidad y simpatía siguió dando signos de la necesidad de la monarquía, representa­ción de todo un pueblo. La misma necesidad que tiene España de la suya, pues representa a todos, incluso a quienes no queriendo ser españoles, pueden sentirse acogidos por la Corona. Como en el Reino Unido.

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