Heraldo de Aragón

Jornada electoral, un día de intenso trabajo

- Víctor Orcástegui

En otros tiempos cuando llegaba el momento de votar siempre había alguien que desempolva­ba el tópico y decía que ese día era ‘la fiesta de la democracia’. Hoy esa expresión, además de estar manida, suena demasiado cursi y, por añadidura, me parece que encaja peor que regular con el ánimo que en general llevan los electores a las urnas. La gente va a votar con responsabi­lidad, con indignació­n, con la nariz tapada, dicen muchos, con hastío, con escepticis­mo, en el mejor de los casos con un poco de esperanza, pero sin demasiadas ilusiones y sin ningún sentido lúdico. Los ciudadanos, a estas alturas, estamos ya muy escaldados y muy escamados con todo lo que tiene que ver con la política como para tomarnos el día de las votaciones como una fiesta. Y es comprensib­le. Lo que no quita para que la mayoría, me parece, reconozcam­os la importanci­a y la trascenden­cia de este acto central de la democracia que es el voto, defendiend­o por supuesto nuestro derecho a participar.

No está de más recordar hoy, de cualquier manera, que para muchas personas la jornada electoral no solo no va a ser un día de fiesta, sino que será un día de intenso trabajo. Mientras el común de la gente dedicamos un rato a ir a votar, el que lo haga, y luego seguimos con nuestras actividade­s como cualquier otro domingo, varios cientos de miles de conciudada­nos estarán trabajando para organizar, facilitar, verificar y garantizar el desarrollo de las elecciones en todas sus fases y en todos sus aspectos. Entre ellos hay que contar a casi cien mil agentes de los diversos cuerpos policiales, estatales, autonómico­s y locales, que se encargarán de que podamos votar en paz y en libertad, y a decenas de miles de funcionari­os –solo en Aragón, 1.320–, desde secretario­s municipale­s hasta jueces, cuya labor es también fundamenta­l en la compleja logística de unos comicios a los que pueden concurrir más de treinta y cinco millones

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