Librería París
Que una librería cumpla sesenta años es un acontecimiento raro y extraordinariamente feliz. Eso es lo que sucederá exactamente el próximo día de san Lorenzo con la Librería París de Zaragoza, donde los Muñío y su equipo llevan seis décadas haciendo lectores. Cuando empecé a estudiar Magisterio, conocí a César en una sucursal que la París abrió en Corona de Aragón. Enseguida nos amistamos. Como a los amigos no se les pregunta por los delitos que han cometido, no le pregunté qué había hecho para merecer aquel destierro de la librería nodriza. Tampoco supe nunca por qué le permitieron volver a Fernando el Católico. Desde hace más de cuarenta años, los Muñío son mis libreros y mis amigos. El núcleo duro de la librería lo forman los hijos de José Muñío, el fundador: Pablo, César y Esther, a quien no le costó mucho convencer a José Ignacio Concellón para que dejara su trabajo en un banco y se enrolara en la librería, donde se conocieron y se enamoraron. En la París se puede entrar para charlar, sin más, con los libreros porque allí los libros son muy importantes, pero las personas importan todavía más. Aprovechando este aniversario, me gustaría saber cuál fue el primer libro que José Muñío vendió en su librería o cuántos ejemplares del diccionario de María Moliner hemos comprado durante estas seis décadas. La felicidad y la esperanza que han repartido mis amigos de la París no pueden calcularse. Son infinitas. Como nuestro agradecimiento por mantener abierto, contra viento y marea, un necesario oasis de palabras.