Heraldo de Aragón

Los papas infames y el papa infamado

A los seis siglos de la muerte del reprobado papa Luna, aragonés y varón íntegro, debe recordarse que papas muy reprobable­s no sufrieron tanta infamación como él

- Guillermo Fatás

Alos seis siglos justos de la muerte del Papa Luna, castigado por la Iglesia a la vergüenza perpetua, puede recordarse que además de papas probos y virtuosos los hubo muy reprobable­s. Y no solo los Borgia.

Así, Esteban VI (VII, para otros). Mejor no explicar cómo llegó a papa en el 896. Ipso facto, mandó exhumar a su predecesor Formoso –al que le debía el obispado–, revistió su cadáver, ordenó a un clérigo que contestase como si fuera el muerto y lo condenó por sus respuestas. Despojado de su atuendo papal y amputado de tres dedos (los de bendecir), fue arrastrado por Roma, quemado y arrojado al Tíber. Hay un cuadro tremebundo de Laurens, de 1870, con la escena en la que este papa desaforado se encara con el difunto. Esteban murió estrangula­do al poco. Pero no es tildado de hereje antipapa.

Otro. Juan XII, en 955. Para la Encicloped­ia Católica de 1913 (obra vasta y grave), fue un adolescent­e «inmoral y vulgar». Su residencia en Letrán podía medirse con el mejor burdel. Pero no es tildado de hereje antipapa.

Méritos similares tuvo Benedicto IX (1012), cuyo padre compró para él la tiara papal cuando el mozo aún no tenía veinte años. Este pontífice, «desgracia para la silla de Pedro», reinó tres veces: renunció a la tiara en dos ocasiones y la volvió a ceñir mediante recompra. Pero no es tildado de hereje antipapa.

¿E Inocencio VIII? Reinó justo antes del Descubrimi­ento (el de América, se entiende. Fue des/cubrimient­o porque una mitad del mundo estuvo cubierta hasta ese momento). Se crió en la corte napolitana de Alfonso V de Aragón, sede de todas las galanuras y de los placeres más refinados de su tiempo. Persona de vida licenciosa, cuando fue proclamado papa, en 1484, ya se le conocían dos hijos de alguna edad. Generó la primera y muy feroz caza de brujas conocida. Y una de sus ideas para allegar fondos fue crear dignidades clericales que concedía al mejor postor, previa subasta. Se vio algún cardenal de trece años. Pero no es tildado de hereje antipapa.

Julio II, papa Della Rovere, fue un obstinado guerrero. La Guardia Suiza aún luce sus colores y emblema en su vistosa bandera y en sus yelmos a la española. Se le podría excusar de cualquier vicio por haber sido el patrón y mecenas del Bramante, de Miguel Ángel y de Rafael. El arte universal es otro desde aquel hombre. Quizá por eso se comenta menos su elección en un cónclave sospechosa­mente fulminante; o su muerte por probable sífilis.

Erasmo de Rotterdam lo excluyó del Paraíso en una obrita (‘Iulius exclusus de coelis’); y el agudo Guicciardi­ni dijo que de papa solo tenía el título y el ropaje. Circulaban versos sobre su amor al vino y a los efebos. Pero no es tildado de hereje antipapa.

El otro Benedicto XIII

El Benedicto XIII de la lista oficial, Vincenzo Orsini, reinó entre 1724 y 1730. Era príncipe y duque desde niño y fue obispo de media docena de diócesis.

Viene a cuento citarlo porque, al ser elegido papa, se tituló Benedicto XIV. Pero alguien le hizo ver que debía ser XIII, pues el réprobo Benedicto era hereje antipapa, lo mismo que ahora. Orsini, al recobrar el XIII, remachó la condición impía del primer titular del numeral. Don Pedro siguió fuera de la lista papal. El nuevo Benedicto XIII tuvo, en cambio, el talento de canonizar al fraile español Juan de Yepes, san Juan de la Cruz, prueba de que su fino gusto valoraba la excelsitud del gran poeta místico español.

En cuanto a Pedro Martínez de Luna y Gotor, el pontífice aragonés nacido en el palacio familiar de Illueca, fue hombre muy inteligent­e y un notable político internacio­nal. Mostró gran agilidad y habilidad política y fue él quien más y mejor movió los hilos en el Compromiso de Caspe de 1412. Culto, conocedor del derecho canónico, demostró apreciar el rigor intelectua­l, moral y legal.

Basta leer los estudios de Ovidio Cuella sobre su vasta documentac­ión (miles de escritos). Persistió porque era riguroso y, como recuerda el calendario mural de Heraldo, mantuvo un derecho que estimó por encima de su convenienc­ia. No podía abdicar de su razón. Sufrió por ello penalidade­s y humillacio­nes. Pero siguió ‘en sus trece’... hasta que Orsini se las quitó. De los papas que la Iglesia considera herejes antipapas, fue el de más largo pontificad­o y el más injustamen­te infamado. Su elección había sido obviamente legítima.

«Hay demasiados ejemplos de papas que el Espíritu Santo no habría elegido» (Cardenal Joseph Aloisius Ratzinger)

El juicio de Ratzinger

Al cardenal Ratzinger le preguntaro­n en 1997 sobre el cónclave papal y el papel del Espíritu Santo en él. Su respuesta de teólogo alemán y custodio severo de la ortodoxia, que tomo de una publicació­n católica (’Avvenire’), tuvo un final acético: «Probableme­nte, la única seguridad que ofrece es que no pueda ser un desastre total. Hay demasiados ejemplos de papas que el Espíritu Santo no habría elegido».

Sépanlo cuantos leyeren y entendiere­n.

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LOLA GARCÍA

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