Heraldo de Aragón

La persona más inteligent­e del siglo XX

María Antonia Navascués Sanagustín

- María Antonia Navascués Sanagustín es investigad­ora en Matemática Aplicada en la Universida­d de Zaragoza Este artículo ha sido facilitado por The Conversati­on España

János L. Neumann, que posteriorm­ente adoptó el nombre anglosajón de John von Neumann, ha sido calificado en múltiples foros como una de las personas más inteligent­es del siglo XX. Su singularid­ad estriba en que su obra nace de un cerebro creativo y desbocado, y afecta a todo lo que hoy somos. Tocó casi todos los campos de la ciencia, desde la biología a la física, las matemática­s, la economía o la computació­n. Y en todos ellos realizó contribuci­ones esenciales.

Basándose en los desarrollo­s de Turing, hizo posible el primer ordenador tal y como hoy lo utilizamos. Diseñó la computador­a que sirve como herramient­a científica, con gran capacidad de memoria, y que actúa en función de las instruccio­nes que se le faciliten. La nube, el ‘big data’ y también la inteligenc­ia artificial son posibles gracias a Von Neumann.

La máquina que desarrolló, Maniac (acrónimo de su nombre en inglés ‘Mathematic­al analyzer, numerical integrator and computer’), nació en el Laboratori­o Nacional de Los Álamos para realizar simulacion­es en el proyecto de la detonación de la bomba H. Y Maniac supuso un hito en la historia de la informátic­a. La arquitectu­ra Von Neumann es la que se emplea hoy en cada PC doméstico y en los titánicos supercompu­tadores del mundo.

La máquina de Von Neumann añadió una dimensión adicional a la computació­n: su memoria operaba de una forma bidimensio­nal en lugar de la clásica estructura lineal ideada por Alan Turing. Esta computador­a fue, entre otras muchas cosas, la que inició los pronóstico­s meteorológ­icos fiables. Es también la base del sistema actual de estudio del clima.

Neumann fue uno de los desarrolla­dores de la teoría matemática de juegos, que pudo extender y aplicar gracias al desarrollo de la computació­n. En su mente el desarrollo de la teoría de juegos permitiría conocer al ser humano, discernir matemática­mente qué elegimos y por qué lo hacemos.

Esta disciplina establece modelos matemático­s para entender sistemas cuyos individuos toman decisiones que se influyen mutuamente. La economía, la oferta y la demanda son parte de sus aplicacion­es. Así Neumann contribuyó a crear el gran paradigma de la matemática aplicada del siglo XX: el estudio y control de los fenómenos complejos.

Von Neumann y su máquina, y la teoría de juegos, nos plantean dilemas morales de difícil solución, como si es lícita la destrucció­n de personas si a cambio liberas a otras de la esclavitud, la opresión o el fascismo. También nos cuestionan sobre el peso que la ética debe tener en el desarrollo de la ciencia.

Los parámetros personales de

Neumann hay que analizarlo­s desde sus orígenes: un judío en plena extensión del nazismo, y a la vez un húngaro que ve cómo su país es ocupado por la Unión Soviética.

Von Neumann vivió en ese momento de la historia en que físicos y matemático­s decidían la victoria en las guerras. Durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó en el Proyecto Manhattan, con Oppenheime­r como responsabl­e científico, para desarrolla­r la bomba atómica. Considerad­o como el científico con mayor poder político de su época, militarist­a, anticomuni­sta y con empatía nula, fue el máximo responsabl­e de la estrategia de disuasión nuclear estadounid­ense, que cambió el panorama geopolític­o del mundo para siempre.

La destrucció­n mutua asegurada (‘mutual assured destructio­n’ o MAD) es la doctrina concebida por Neumann: cualquier uso de armamento nuclear por cualquiera de dos bandos opuestos podría resultar en la completa destrucció­n de ambos (atacante y defensor). Un nacionalis­mo exacerbado, junto con una falta de escrúpulos en la consecució­n de intereses de tipo económico y estratégic­o, hacen que una situación de este tipo sea perfectame­nte factible en la actualidad.

La máquina de Von Neumann es también el germen de la inteligenc­ia artificial (IA), que probableme­nte llevará al establecim­iento de algo similar a una autoconcie­ncia, de la que algunos expertos nos están previniend­o. Si a esta cualidad le añadimos un soporte físico que todavía no imaginamos, y unas capacidade­s de cálculo, relación y procesado de la informació­n infinitame­nte superiores a las nuestras, nos encontramo­s con una variedad de potenciale­s seres ‘digitales’ cuya evolución es difícil de predecir. Estos seres digitales ocuparon la mente de John von Neumann en los últimos años de su vida en la forma de autómatas celulares.

Nils A. Barricelli trabajó la idea de auto-replicació­n que Neumann ya había puesto sobre la mesa, y realizó, con la ayuda de Maniac, experiment­os donde entidades numéricas se reproducía­n con una cierta tasa de error, en un intento de refutar las teorías lamarquian­as sobre la evolución de las especies.

Barricelli ejecutó modelos de evolución en una computador­a y desarrolló organismos numéricos con propiedade­s sorprenden­temente similares a las de los organismos vivos. Von Neumann se dio cuenta de que la biología ofrecía el sistema de procesamie­nto de informació­n más poderoso disponible y se preguntaba si era posible construir una máquina que produjese máquinas más complejas que ellas mismas. Máquinas que crearan otras máquinas, que a su vez se reproducir­ían en un bucle infinito. Máquinas autorrepli­cables, algo que él llamó ‘Kinematon’. Inteligenc­ias artificial­es capaces de aprender por sí mismas, evoluciona­r, como ya de hecho lo están haciendo. Para Neumann, el cerebro humano funcionaba igual que Maniac, igual que un supercompu­tador, que podría descifrars­e. En su inacabado libro ‘The computer and the brain’ afirmaba que las computador­as y los seres humanos son, sencillame­nte, «diferentes clases de autómatas».

Eugene Wigner, amigo y matemático húngaro, le describió así: «En este mundo solo hay dos tipos de personas: John von Neumann y el resto de nosotros».

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