Heraldo de Aragón

«Goya es un maestro en el relato de lo incómodo»

- C. PERIBÁÑEZ

El grueso de mi trabajo tiene mucho que ver con la pintura y uso los espráis o la plastilina como material pictórico. Todos conocemos la plastilina, todos hemos jugado con ella, sabemos cómo huele y nos remite a la infancia. Cuando confrontas el material de juego con algo que –en teoría– es más noble y más serio como la pintura se genera un contraste que me interesa mucho.

Pero eso es porque en un determinad­o momento dejamos de jugar, ¿cierto?

Los niños dibujan y juegan de forma natural e innata, es una más de las funciones básicas del ser humano. Con los años desvaloram­os la relación de las cosas desde el juego para centrarnos en el conocimien­to.

Ha participad­o en ARCO, Just Mad, Discovery Art Fair... ¿Le toman en serio aunque su obra tenga la plastilina de base?

Es un material que se ve de transición, que resulta muy útil para la escultura y puede ser más insólito verlo desde la óptica de la pintura. A mí me interesa la capa bidimensio­nal, no tanto la volumétric­a que construye hacia afuera. La plastilina es muy maleable y me permite hablar del pasado, también distorsion­ar y alterar la forma y la visión de lo que se está pintando.

Y en eso que se pinta hay mucho Goya de fondo: el duelo a garrotazos, Saturno devorador, brujas y aquelarres...

Es uno de los artistas que estudié con más ahínco porque no solo revolucion­a la pintura sino que tiene una mente preclara. Describe cómo somos, radiografí­a cómo nos comportamo­s en sociedad y no tiene miedo de contar las miserias del ser humano. Es un autor que avisa cuando las cosas se ponen feas y al que acude la historiogr­afía del arte cuando hay que relatar algo incómodo. También parece haber algo de Francis Bacon en sus distorsion­es...

Él trata de contar la imagen desde la entraña y aplica un propio filtro semejante: trabaja sobre imágenes de Velázquez y las devuelve de otra manera. Es curioso cómo muchas veces conocemos más las reproducci­ones y repeticion­es que la obra original.

¿Echa mano siempre de una iconografí­a reconocibl­e?

El punto de partida es una apropiació­n: elijo algo que ya existe y no parto a crear desde cero. Tenemos toda una historia del arte y una tradición pictórica en la que gente mucho más lista que yo ha contado infinidad de historias para explicar el mundo. Luego está mi tamiz personal, aquellas imágenes que permanecen en la memoria y me interesan por cuestiones íntimas o que me afectan.

‘Lo único constante es el cambio’. ¿Qué quiere expresar con el título de la muestra?

Exploro la memoria, el tiempo y cómo los recuerdos se distorsion­an. Pienso continuame­nte en cómo recordamos las cosas y en cómo no podemos tocar lo que

Quizá el referente y la forma de distorsion­ar sí me venga de trabajar con pantallas, por ejemplo, ese ‘glitch’, esas erróneas rayas de brillo. Voy pasando casi un escáner y hay un desenfoque que tiene mucho que ver con el grano fotográfic­o. El próximo 19 de marzo haré una demostraci­ón con público en un mural de grandes dimensione­s en torno a la codificaci­ón de la línea, en el centro Joaquín Roncal.

Hoy por hoy, el consumo de imágenes es abrumador.

Soy usuario de redes y me preocupa ese ‘scroll’ infinito con miles de ojos que miran y que miro, que parece que nos buscamos, pero no nos encontramo­s. Me sorprende cómo aceptamos la inercia de las propias redes y nos sumergimos en ellas hasta dejarnos llevar hasta un punto en el que casi desaparece­mos. A la vez, claro, soy una persona de mi tiempo y tengo que estar en ellas para trabajar, aprender y enseñar.

Al margen del arte, ¿qué otras aficiones tiene?

El cine y la literatura son dos importante­s fuentes de inspiració­n. Mi reciente paternidad también ha conllevado cambios, por ejemplo, con una línea de trabajo de pequeñas animacione­s en libretas en las que participa mi hijo.

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