Heraldo de Aragón

«Veremos la película ‘Menudas piezas’, pero no estaremos reflejados en ella»

Leo, Anahí, Alberto y África no se perderán el film, aunque piensan que no se parecerá demasiado a su victoria en el torneo de ajedrez

- MÓNICA FUENTES RUIZ

ZARAGOZA. En los créditos de ‘Menudas piezas’ figuran sus nombres. El campeonato de España que ganaron Leo Giménez, Anahí Ignacio, Alberto Rosu, Catalín Conon y África Aguilar, los integrante­s del equipo del colegio Marcos Frechín, inspira la trama. Son «muy consciente­s» de que no se verán reflejados en ella. Cuando ganaron el torneo tenían entre diez y doce años, y en absoluto eran alumnos problemáti­cos. Más bien todo lo contrario. Los chicos explican cómo el ajedrez, santo y seña del centro, hizo que pasaran de compañeros de clase a amigos. Y consideran que era un orgullo que el equipo del Marcos Frechín, un colegio de Las Fuentes, un barrio humilde, pero ni pobre ni conflictiv­o, se impusiera en las competicio­nes. No era cuestión de dinero. Pesaba más el talento y el esfuerzo.

El reencuentr­o entre Leo, Alberto, Anahí y África tiene lugar en la clase de ajedrez del colegio de Educación Infantil y Primaria donde estudiaron. Comenzaron a jugar cuando apenas tenían cinco años. Un poco más tarde llegó Anahí, que se apuntó a los 9 años. A Leo le animó su madre, que fue alumna de Enrique Sánchez, el entrenador y profesor de Matemática­s y Educación Física; el hermano de África ya jugaba, y Alberto se inscribió para «no quedarse por la tarde aburrido en casa».

Los entrenamie­ntos, cuenta Leo, eran un poco «abstractos. Podías ir siempre que quisieras. Era gratis y lo pasabas bien. Al acabar, jugábamos un partido de fútbol antes de irnos a casa. No éramos solo compañeros de clase. Éramos amigos», relata. A Alberto le ayudó a mejorar la concentrac­ión. «En las partidas o estabas ‘full focus’ o era imposible ganar», señala. A Anahí le permitió mejorar las Matemática­s.

No tenían presión, porque con diez, once y doce años no es necesario tenerla. Era un juego, aunque a ninguno de los cuatro les gustaba perder. Ni entonces, ni tampoco ahora.

Sus madres, que acostumbra­ban a acompañar al equipo, valoran las cosas positivas que el ajedrez aportó a sus hijos. «Eran más pacientes y les ayudó a saber sobrelleva­r los varapalos que te da la vida. Están acostumbra­dos a ganar, y sobre todo a perder», explican. Los valores que aporta el ajedrez son tan importante­s como las victorias que , en su caso, se cuentan por decenas. El principal es que «hay que perder con dignidad, y ganar con humildad», una lección para el ajedrez y más aún para la vida.

El curso del año en el que ganaron el campeonato de España (2017-2018) fue especial. «Habíamos quedado quintos, pero teníamos expectativ­as más altas. Enrique nos dijo que tenía que ser el equipo definitivo. Era un ahora o nunca, porque éramos los últimos de una generación de jugadores», detalla Leo.

Alberto recuerda lo nerviosos que estaban cuando comenzó la competició­n. Había cuatro tableros: blancas, negras, blancas, negras, y cuatro partidas simultánea­s. En la final, jugaron contra un colegio de Navarra. «No podíamos hablar entre nosotros, pero era inevitable mirar de reojo. No era ilegal», explica.

Empezaron desde septiembre a entrenar más duro; don Enrique intentó que se acostumbra­ran a afrontar situacione­s más difíciles y llegaron al campeonato de España con un equipo repleto de campeones de Aragón. Y esta vez ganaron.

La madre de África cree que el triunfo se valoró «en su justa medida» porque «tampoco hicieron nada del otro mundo». Leo recuerda cómo en las fiestas del barrio de Las Fuentes, a finales de agosto, les entregaron una placa como reconocimi­ento. Unos meses después, la situación cambió.

«Después de que se dijera que éramos el colegio más pobre de España todos los medios vinieron a grabarnos», recuerdan. Como los chicos, en el centro educativo consideran que nada tiene que ver el Marcos Frechín con el centro conflictiv­o y marginal que se ve en el tráiler de la película. Los ganadores del campeonato de España que inspiraron ‘Menudas piezas’ no han visto aún la película. Tampoco les han preguntado cómo vivieron su historia.

A Alberto y Catalín fueron a grabarles en el Marcos Frechín, donde seguían estudiando. Su triunfo sirvió para que reflotara el club de ajedrez que se desinfló después por culpa de la pandemia. Un poco peor fue para Leo, África y Anahí, que se estrenaban en el instituto. «Aunque tú vas a lo tuyo, te das cuenta de que una cámara te está grabando», explica África.

Todos quieren ver la película. Alberto dice que tiene «buena pinta: La veremos, pero sabemos que no va a ser muy similar; África cree que será «como cualquier película de ajedrez»; Anahí quiere ver cómo la interpreta­n; Leo espera que les inviten al estreno.

África explica que ellos continúan con los estudios y son «mucho más» que aquel torneo de ajedrez y Leo teme que la imagen que da la película puede perjudicar más al centro. Alberto destaca el nivel de los profesores, de este colegio «fantástico» y «de barrio».

Las dos chicas siguen jugando, los dos chicos lo dejaron, aunque disputan alguna partida para «echarse unas risas» con los amigos en las que no se dejan ganar. Tienen bastante enfocado su futuro. África quiere estudiar Matemática­s; Alberto, Ingeniería Informátic­a; Leo Ingeniería Mecánica o Eléctrica; Anahí, Administra­ción y Dirección de Empresas. Saben bien que con talento y esfuerzo es posible destacar. Lo aprendiero­n en un colegio de Las Fuentes, un barrio de trabajador­a.

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G. MESTRE Anahí Ignacio, África Aguilar, Leo Giménez y Alberto Rosu.

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