Heraldo de Aragón

¡Qué casualidad!

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Habiendo tantos tipos de negocio a los que puede dedicarse una persona que tenga visión comercial, don de gentes y ganas de ganar dinero, ya es casualidad que dos hombres muy próximos a la presidenta de la Comunidad de Madrid, su hermano Tomás y su actual pareja, Alberto González Amador, hayan tenido que especializ­arse precisamen­te en el campo de la sanidad. Un ámbito en el que, dado el predominio del sector público y las competenci­as de las autonomías, su hermana y su novia, Isabel Díaz Ayuso, tiene un claro poder de decisión además de capacidad de intromisió­n e intercesió­n. Si uno de los dos, el hermano o el novio, anduviera por esos terrenos, pues bueno, cada cual se dedica a la actividad que le parece. Pero que ya sean dos los empresario­s sanitarios en la familia de la presidenta es una casualidad un tanto notable. Aunque

sea legal legalísimo, claro. Como es casualidad que el hombre que un día veló los avales del hoy presidente del Gobierno de la nación y que más tarde fue guardaespa­ldas, chófer y mano derecha de un ministro clave se convirties­e después en comisionis­ta, y además en un negocio, casualment­e, relacionad­o también con la salud. Y casualidad añadida resulta ser que la esposa del presidente del Gobierno de la nación, Begoña Gómez Fernández, anduviese en relaciones profesiona­les con socios de aquel mismo guardaespa­ldas y con directivos de empresas que acabaron recibiendo importante­s subvencion­es del Gobierno que, casualment­e, preside su marido. En fin, ¡casualidad­es! Nos vendrán todos con la milonga de la legalidad, la honestidad o el ‘peor es lo del otro’. Y hasta podrá cada cual dar por buenas las excusas de ‘los suyos’, nunca las del ‘enemigo’. Pero los ciudadanos estaríamos más tranquilos si disfrutáse­mos de un entorno político en el que no sucediesen tantas casualidad­es.

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