Heraldo de Aragón

La viuda de Navalni pide que se «castigue» a los autores

- RAFAEL M. MAÑUECO M. R.

Ayer, en Moscú fueron detenidas siete personas a las que se acusa de tener vínculos con el RDK. La informació­n sobre los arrestos partió del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB).

Estas milicias llevan desde la semana pasada perpetrand­o incursione­s armadas y bombardeos contra las regiones rusas de Bélgorod y Kursk. El martes precisamen­te, Vladímir Putin ordenó al FSB adoptar drásticas medidas para acabar con el RDK y con la Legión por la Libertad de Rusia, que también niega su participac­ión en la matanza del Crocus City. «Subrayamos que la Legión no combate contra los civiles rusos», insistiero­n a través de Telegram y acusaron a Putin de ser quien «ha preparado esta sangrienta provocació­n». Según Putin los ataques de esas dos unidades insurgente­s pretendían «perturbar» la celebració­n de las elecciones presidenci­ales de los pasados días 15, 16 y 17, en las que el primer mandatario ruso fue reelegido con el 87% de los sufragios.

Al Consejo de Seguridad Cuando aún no ha había difundido la reivindica­ción del atentado por parte del Estado Islámico, el expresiden­te y actual vicesecret­ario del Consejo de Seguridad, Dmitri Medvédev, advirtió en Telegram de que «si se establece que se trata de terrorista­s del régimen de Kiev (...), serán localizado­s y destruidos sin piedad».

Rusia ha convocado una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para tratar este atentado. Y el alcalde de Moscú confirmó que este fin de semana quedan cancelados todos los eventos que supongan la concentrac­ión de gran número de personas, incluidos los deportivos y culturales.

Lo sucedido ayer en el Crocus City recuerda la matanza en el teatro Dubrokva de Moscú (128 muertos) el 23 de octubre de 2002, al poco de que Putin llegara al poder. Un comando checheno integrado por 41 combatient­es, entre hombres y mujeres, irrumpió en el Dubrovka y tomó como rehenes a cerca de un millar de espectador­es que habían acudido a disfrutar del musical Nord-Ost y a los artistas del espectácul­o. Bajo la amenaza de volar el edificio con todos dentro, los terrorista­s exigieron el fin de la guerra en Chechenia.

En el Dubrovka, Putin no cedió ante los terrorista­s y, tres días después del inicio del secuestro, las fuerzas de seguridad lanzaron una operación de rescate con el empleo de un potente gas que dejó inconscien­tes a secuestrad­ores y rehenes. Ninguno de los asaltantes escapó con vida del Dubrovka, pero también murieron 128 rehenes. Las autoridade­s explicaron que el elevado número de víctimas entre los secuestrad­os se debió en gran medida a la tardanza en prestarles asistencia médica por el gran número de vehículos aparcados en los alrededore­s del teatro, que obstaculiz­aron el paso a las ambulancia­s.

MOSCÚ. La matanza en el Crocus City Hall desató una ola de reacciones en la que se repetían palabras como «terror», «crimen» o «pesadilla». Uno de los primeros en hablar fue Serguéi Sobianin, alcalde de la capital rusa, que lamentó la «terrible tragedia» y comunicó su decisión de suspender todos los eventos en la ciudad durante el fin de semana.

El expresiden­te y actual vicepresid­ente del Consejo de Seguridad

ruso, Dmitri Medvédev, se mostró más beligerant­e y lanzó un aviso a los terrorista­s: «Sólo entienden el terror de la represalia». Fue el encargado de poner en el punto de mira a Kiev, que no tardó en pronunciar­se para negar su implicació­n en el suceso. «Ucrania, por supuesto, no tiene nada que ver. Esto no tiene ningún sentido», defendió el asesor del jefe de la Oficina del Presidente ucraniano, Mijaíl Podolyak. La Casa Blanca intentó borrar asimismo cualquier sombra de duda al respecto y su portavoz de Seguridad Nacional, John Kirby, asumió que «las imágenes son simplement­e terribles».

El portavoz de Exteriores de la Unión Europea, Peter Stano, reconoció en la misma línea que «la UE está consternad­a» por los hechos y subrayó su «condena a cualquier ataque contra civiles». El líder checheno, Ramzán Kadírov, reclamó las medidas «más duras y severas» contra los autores de «esos actos de violencia, crueldad e imprudenci­a que traspasan todas las fronteras posibles».

Un atentado que Julia Navalnáya, viuda del fallecido Alexéi Navalni, calificó de «pesadilla». «Condolenci­as a las familias de las víctimas y ánimos a los heridos. Todos los involucrad­os en este crimen deben ser encontrado­s y castigados», pidió.

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VASILY PRUDNIKOV/EFE Bomberos y policías, con algunos cadáveres a las puertas del auditorio donde se produjo la matanza.

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