‘Sálvame’ en el Congreso
La vida política española se está desarrollando por unos cauces tan turbulentos que los ciudadanos con dos dedos de frente estamos ya saturados de tanta agresividad, violencia verbal, malos gestos y mala educación. ¿Los actuales son los políticos que de verdad nos merecemos? Si es así, voy a recurrir a una frase que se hizo muy popular hace unas décadas y que parece tener ahora más sentido que nunca: «Que paren el mundo (en este caso, España) que me quiero bajar».
Hace unos días, Ana Redondo, actual ministra de Igualdad, que siempre me había parecido una mujer sosegada y de buenas formas, reaccionó con gritos –«¡vergüenza, vergüenza, vergüenza!»– a la intervención de un diputado del PP que, aprovechando el momento, cambió de conversación y se fue a provocar por los cerros de Úbeda. Posiblemente, yo también habría reaccionado como lo hizo la ministra, o peor, pero cuando uno tiene un cargo de esa importancia, tiene que salir al ruedo con mucho temple. Entre otras razones, porque, al final, lo que resuena son esos gritos y queda en un segundo plano qué los motivó –dos días antes, habían sido asesinadas dos mujeres y dos niñas–.
Ana Redondo actuó como si fuera una tertuliana de aquel ‘Sálvame’ que han acabado haciendo bueno otros programas y, lamentablemente, los espectáculos que a diario nos regalan muchos de nuestros políticos de un lado y de otro. Hay diputados a los que se les hincha la vena del cuello cuando intervienen, como les pasaba a los de ‘Sálvame’. Lo peor es que lo que dicen tiene menos sustancia que las discusiones de los chicos del gran Jorge Javier Vázquez. Y menos gracia.