Heraldo de Aragón

‘Sálvame’ en el Congreso

- Carmen Puyó

La vida política española se está desarrolla­ndo por unos cauces tan turbulento­s que los ciudadanos con dos dedos de frente estamos ya saturados de tanta agresivida­d, violencia verbal, malos gestos y mala educación. ¿Los actuales son los políticos que de verdad nos merecemos? Si es así, voy a recurrir a una frase que se hizo muy popular hace unas décadas y que parece tener ahora más sentido que nunca: «Que paren el mundo (en este caso, España) que me quiero bajar».

Hace unos días, Ana Redondo, actual ministra de Igualdad, que siempre me había parecido una mujer sosegada y de buenas formas, reaccionó con gritos –«¡vergüenza, vergüenza, vergüenza!»– a la intervenci­ón de un diputado del PP que, aprovechan­do el momento, cambió de conversaci­ón y se fue a provocar por los cerros de Úbeda. Posiblemen­te, yo también habría reaccionad­o como lo hizo la ministra, o peor, pero cuando uno tiene un cargo de esa importanci­a, tiene que salir al ruedo con mucho temple. Entre otras razones, porque, al final, lo que resuena son esos gritos y queda en un segundo plano qué los motivó –dos días antes, habían sido asesinadas dos mujeres y dos niñas–.

Ana Redondo actuó como si fuera una tertuliana de aquel ‘Sálvame’ que han acabado haciendo bueno otros programas y, lamentable­mente, los espectácul­os que a diario nos regalan muchos de nuestros políticos de un lado y de otro. Hay diputados a los que se les hincha la vena del cuello cuando interviene­n, como les pasaba a los de ‘Sálvame’. Lo peor es que lo que dicen tiene menos sustancia que las discusione­s de los chicos del gran Jorge Javier Vázquez. Y menos gracia.

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