Magdalena Lasala, el periplo eterno del amor
El amor, la vida y tú’, nuevo poemario de Magdalena Lasala, que publica el sello Olifante es una verdadera celebración de las palabras y un punto crucial en su brillante trayectoria lírica.
Divide su tránsito en tres tramos sin solución de continuidad, donde los protagonistas son revelados desde el mismo origen, el amor, la vida, y Tú: un Tú lírico que entronca con una de las mayores creaciones poéticas del romanticismo: la personificación de las ideas. Aquel becqueriano «poesía eres tú» inspirado en un poema de Lord Byron, donde la poesía es sinónimo de amor. Un Tú que no habla, que nunca aparece en sí; pero que es invocado por el Yo de la poeta para hacerlo presente y universal, a través del amor experimentado durante el trayecto de la vida.
El libro ejecuta un doble ejercicio: engarzar la memoria en el hilo del tiempo y embarcar a la palabra y al ansia sobre pálpitos poéticos lisos, limpios y filosos como el granito. Desafectado de cualquier artificio, escrito desde la galanura de su madurez sabia que ha sufrido y aprendido, este poemario es vibrante y se reafirma con la orgullosa conciencia de poesía esencial, de un verbo directo, del versátil dominio de una expresión que concibe el viaje del conocimiento como fuente de energía. Y de poder, y de futuro.
Todo en ‘El amor, la vida y Tú’ huye de las concesiones a la inquietud erudita y mediante grandes trazos –casi mandobles goyescos, administrando de modo austero los signos de puntuación para no entorpecer el caudal de la escritura– se sacrifica la precisión del detalle a la impresión de un conjunto donde se conjuran todos los arcanos del anhelo.
Emplea un lenguaje tendente a la pureza y lo hace acaso porque todos los años pasados son un solo día; porque ese periplo iniciático se pretende felizmente eterno («El viaje a ti, que es el viaje a todas mis vidas»). Porque para la vida, el verbo ‘amar’ equivale siempre a vivir ejerciendo en plenitud («Te amo en tu amarme»).
Rememoro los versos: «Aquel que viaja hacia sí mismo, quien parte y quien regresa: el que mira el rostro del sol y el sol le mira el corazón». Así define Sohrawardi de Alepo (s.XII) al verdadero Salik, el viajero que ha cumplido las etapas de su camino iniciático y está ya dotado de la certidumbre para encararse a sí mismo, para ejercer como poeta.
Magdalena Lasala sin duda, demuestra en este magnífico poemario de amor pertenecer a esa extraordinaria y ya casi extinta estirpe: la de los poetas príncipes, dotados de una consciencia crucial adquirida en su trayecto a través del vivir.