Heraldo de Aragón

De Boggiero a La Jota: pasos de una maestra

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El barrio de La Jota como otros barrios periférico­s de la ciudad se ha ido haciendo poco a poco, alargándos­e o ensanchánd­ose según las necesidade­s o los caprichos inmobiliar­ios de cada época, pero nada tiene que ver con el barrio que por los años cincuenta comenzó a tomar forma.

Por entonces era la parcelació­n Daman, un grupo de viviendas de protección oficial que se empezó a gestar a finales de los cuarenta. Ciento noventa y una parcelas con un pequeño jardín o patio que enseguida fueron habitadas. La calle principal, Felisa Galé, daba entrada al barrio por la avenida de Cataluña y la avenida de La Jota, transversa­l a ésta, lo cerraba. Dos acequias lo rodeaban, una dividía la parcelació­n con el barrio Escudero y la otra daba salida al campo y al camino Valimaña. Puede que fuera por este camino, entre campos de panizo, por el que llegó un día paseando la que, durante muchos años, sería la maestra de ese barrio sin escuela, doña Pilar.

María Pilar Matier Albar había nacido en 1914, siendo muy pequeña su padre que tenía una empresa de compra venta de materiales de derribo, compró un solar en el número 49 de la calle Boggiero para edificar almacén y vivienda, encargando de ello al arquitecto don Francisco Albiñana. En esa casa con comodidade­s que no había en las viviendas aledañas y con una gran terraza vivió unos años felices. Fue su padre quien la indujo a hacer magisterio para que no tuviera que depender de nadie y, ya en su primer destino, vio que eso, ser maestra, era lo que le llenaba y le gustaba.

Es muy posible que de no haber estallado la guerra su vida hubiera sido otra. Su primer destino fue Otín, durante el conflicto estuvo como interina en Rueda de la Sierra y Mequinenza. Una vez acabada volvió a Zaragoza. En la calle Boggiero tenía una casa espaciosa, que ahora tristement­e se le había quedado grande y vacía. Decidida, como siempre había sido, optó por utilizarla para abrir una escuela, de modo que con una amiga dieron los pasos necesarios para obtener todos los permisos. En cuanto se abrió y corrió la voz les llegaron alumnos de todas las edades que, con el boca a boca de su buen hacer, fue aumentando; pero el tiempo pasa y la casa que había sido el negocio de su padre y hermano, requería un esfuerzo económico que no se podía permitir y con gran dolor de corazón decidió venderla y, por tanto renunciar a la enseñanza.

Se casó yéndose a vivir a la avenida de Cataluña, tuvo tres hijos y paseando con ellos llegó un buen día al barrio Daman. Le gustó, vio unos niños jugando y, al preguntarl­es por la escuela contestaro­n que no había. Hacía tiempo que tenía en mente dar clase de nuevo. En cuanto pudo se informó sobre los alquileres y le dijeron que existía una parcela que nadie quería porque tenía cerca un transforma­dor que hacía ruido por la noche. No lo pensó más, una de sus hermanas era monja en un convento del Arrabal

que tenía colegio, y ella podía abrir otro dependiend­o, a efectos legales, de él.

Así fue como en diciembre de 1954 abrió su colegio en Felisa Galé número 8, al principio con seis o siete alumnos, incluidos dos de sus hijos, para en poco

 ?? ARCHIVO FAMILIAR MIRÓ MATIER ?? María Pilar Matier Albar en la terraza de su casa de Boggiero, 49-51. 1935.
ARCHIVO FAMILIAR MIRÓ MATIER María Pilar Matier Albar en la terraza de su casa de Boggiero, 49-51. 1935.
 ?? ARCH. MIRÓ MATIER ?? María Pilar Matier en la terraza de su casa, con familiares y una amiga. 1934. Pilar y sus alumnas en la escuela de la Jota. 1961.
ARCH. MIRÓ MATIER María Pilar Matier en la terraza de su casa, con familiares y una amiga. 1934. Pilar y sus alumnas en la escuela de la Jota. 1961.

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