Jane Austen, la mitad de la verdad
La mentira, contar cosas bellas y falsas, es el verdadero objetivo del arte», escribió el gran escritor irlandés Oscar Wilde.
En el otoño de 1656, cuando el pintor holandés Johannes Vermeer (1632-1675) tenía 24 años y trabajaba en una de sus primeras obras, Delft, la pequeña ciudad en la que había nacido y apenas abandonó durante su corta vida, sufrió una terrible tragedia: la explosión de un polvorín situado en el centro histórico que la destruyó casi por completo.
Desaparecieron árboles, las casas quedaron reducidas a escombros y murieron cientos de personas además de las muchas que resultaron heridas. Tal fue la destrucción y la intensidad de la desgracia que «parecía que la bóveda celeste se había agrietado, que la tierra entera se había partido en dos y se habían abierto las fauces del infierno» como describió con horror el historiador contemporáneo Dirck van Bleyswijck. Eran tiempos turbulentos, pero ni las crueles revueltas protestantes que había sufrido el país ni el acoso constante de la peste durante el siglo XVII habían perturbado tanto a sus habitantes como este traumático e inesperado estallido.
‘Vista de Delft’
Cuatro años después, cuando se estaba llevando a cabo la costosa reconstrucción de la ciudad todavía en gran parte inhabitable, Vermeer decidió legar a la posteridad «la ciudad de ensueño» que él amaba al margen de la historia y sus desastres y pintó su particular ‘Vista de Delft’ desde el único lugar en que los tejados rojizos ocultaban los escombros, la zona sur del muelle más importante de la ciudad. Vermeer pintó, en realidad, una ciudad recordada e idealizada, una ciudad de otro tiempo intacta y ajena a la sucia fealdad del presente. Su pincel rebelde y selectivo hurtó al ojo de quien observa la dura verdad.
Vermeer entregó su genio y su talento al silencio místico del arte y desde la paz de su estudio, aislado de la agitación y el desasosiego, retrató el mundo próspero de la burguesía holandesa a la que él no pertenecía en el que la luz, la intensidad del color y la riqueza de su mirada convirtieron en obra de arte cualquier detalle minúsculo y aparentemente prosaico de la vida cotidiana. Agobiado por las deudas y las tensiones familiares, Vermeer murió de repente en 1675 a los 43 años.
Cien años después de su muerte, en 1775, nacía en Hampshire, Inglaterra, Jane Austen (17751817), una mujer que, como Vermeer,
murió prematuramente a los 42 años, apenas abandonó durante su vida el pequeño pueblo en que nació y, de algún modo, también eligió vivir en su mundo de imaginación llegando a convertirse, con novelas tan conocidas como ‘Orgullo y prejuicio’ y ‘Sentido y sensibilidad’, en una de las escritoras más importantes en lengua inglesa y referencia de toda una época.
Jane Austen también vivió tiempos históricos convulsos. La guerra de independencia norteamericana fue el telón de fondo de su infancia y hasta la pequeña parroquia de San Nicolás en el pueblecito de Steventon donde nació y su padre era reverendo, llegaban los ecos de la inquietante revolución francesa.
En 1794, cuando aún no había cumplido 20 años, los reyes de Francia, en guerra contra Inglaterra, habían sido guillotinados, el cristianismo suprimido y los hombres reclutados para una guerra cada vez más cruenta. Varios hermanos de Jane se habían unido al ejército y el marido de su querida prima Eliza había sido guillotinado en París, sin embargo el desorden del mundo no hizo tambalear los sólidos cimientos de la rectoría donde ella vivía y escribía.
Del frío y los testimonios
El frío de las guerras napoleónicas quedaba lejos del cálido salón familiar en el que «la pluma trabajaba afanosa en el pequeño escritorio de caoba mientras veía siempre la misma vista desde la misma ventana».
Protegida por una gran familia que admiraba su talento, Jane Austen decidió ignorar el malestar que vivía Europa para alimentarse de su imaginación y encarnarse en imaginadas heroínas casi perfectas que llenaron el hueco de su vida carente de arrebatos y experiencias vitales dignas de reseñar.
A Charlotte Brontë no le hubiera gustado vivir «con sus damas y sus caballeros en esas casas tan elegantes, pero tan cerradas», a cambio Walter Scott confesó haber leído tres veces ‘Orgullo y prejuicio’, «la excelente novela de la señorita Austen que tenía un talento para describir las relaciones, los sentimientos y personajes de la vida cotidiana que es imposible encontrar en otro autor», dijo el autor de ‘Ivanhoe’, entre otras novelas.
Quizá porque Jane Austen (Steventon, 1775 - Winchester, 1817) nació en la pequeña rectoría de Steventon donde un tejo llevaba 700 años presidiendo el jardín «como un rey clásico y antiguo» y las campanas llevaban ordenando las vidas laboriosas y tranquilas de la pequeña parroquia desde el siglo XV, las ventas de sus libros se multiplicaron durante las dos guerras mundiales del siglo XX y los psiquiatras las prescribieron a los veteranos para mitigar sus posibles problemas mentales. Las vidas sosegadas de sus personajes detenidos en un tiempo sin sobresaltos fueron un fuerte antídoto contra la destrucción y el sinsentido de la Historia.