Heraldo de Aragón

Miguel Ángel Lamata rueda su primera película de terror en un chalé de las afueras de Teruel

El largometra­je, que se titulará ‘El árbol y el ruiseñor’, se estrenará en el Festival de Sitges del próximo octubre Está protagoniz­ado por Eduardo Noriega y Amaia Salamanca

- L. R.

TERUEL. El director de cine zaragozano Miguel Ángel Lamata rueda su primera película de terror, ‘El árbol y el ruiseñor’, en un chalé de Castralvo, un barrio rural de Teruel. El filme, que está protagoniz­ado por Eduardo Noriega, Amaia Salamanca y Norma Ruiz, ha convertido la vivienda en el escenario de la fiesta que enmarca el argumento. Desde hace tres semanas, la casa registra una actividad frenética con el propósito de completar el rodaje en mes y medio para estrenar el largometra­je en el Festival de Sitges del próximo mes de octubre y llegar a las salas comerciale­s en diciembre.

Lamata explicó que, aunque su anterior producción se ha centrado en la comedia y este es un género en el que se siente cómodo, tenía muchas ganas de rodar un filme de terror. Para hacerlo, ha contado con un equipo de actores con los que ya ha trabajado en anteriores ocasiones, como Noriega, Ruiz y Salamanca. La experienci­a de producir una película de misterio le está resultando «mucho más satisfacto­ria de lo que pensaba», afirmó ayer en un paréntesis del rodaje, que se paraliza hasta después de la Semana Santa. «Estoy haciendo la película –agregó– con la gente con la que quería, muchos de los integrante­s del equipo son amigos míos».

El argumento del filme se basada un relato de Mayte Navales, que también es la autora del guion, y gira en torno a una mujer que se suicida en el jardín de la casa de su amante y cómo su fantasma interviene en la vida del amado. «Es una narración espectacul­ar y cuando la leí en 2008 me di cuenta de que había en ella una película que me encantaría dirigir», cuenta el director. Advirtió, no obstante, de la doble lectura del filme, que, tras su trama terrorífic­a al uso, «habla de las relaciones tóxicas que se dan cuando eso que llamamos amor nos vuelve seres oscuros, egoístas y abiertamen­te terrorífic­os».

«Algo más en el fondo»

Amaia Salamanca, que trabaja por tercera vez a las órdenes de Miguel Ángel Lamata, se mostró «agradecida» por su confianza. También para ella es la primera incursión en el cine de terror, una experienci­a que le hace «mucha ilusión». Salamanca advirtió de que ‘El árbol y el ruiseñor’ no es «simplement­e» un entretenim­iento terrorífic­o con los ingredient­es habituales del género, como la casa encantada, la sangre o los toques ‘gore’, porque «hay algo más en el fondo» y, se lamenta, «no se puede contar más».

Uno de los retos principale­s de la producción fue encontrar una vivienda que se adaptara a las exigencias del guion. «La casa es un elemento fundamenta­l de la película, porque en ella se desarrolla el 90% de la historia y es como un personaje más», cuenta el productor, Raúl García Medrano. El 10% restante de la grabación se desarrolla­rá en exteriores urbanos de Teruel y Zaragoza y en un plató de la capital aragonesa.

Para encontrar el escenario idóneo, el equipo de producción evaluó medio centenar de casas, entre las que visitó y las que analizó a través de fotografía­s. Finalmente, la elegida está situada en una urbanizaci­ón a pocos kilómetros de Teruel. Durante un mes y medio deambulará por ella un equipo de rodaje que incluye medio

como autores que le «fascinan». Uno de sus recuerdos cinematogr­áficos de niñez va en la misma línea, ‘Tiburón’, de Steven Spielberg. Lamata señala que su primer largometra­je, ‘Una de zombis’, era, de hecho, «un homenaje al cine del terror en clave de farsa».

El rodaje de ‘El árbol y el ruiseñor’ en Teruel le permite cumplir el sueño de producir un filme fantástico. «Si me hubiera muerto sin

rodar una película de terror, hubiera regresado como fantasma para hacerlo», bromea. Eligió la capital turolense porque le «encanta» grabar en la ciudad, donde ya filmó ‘Nuestros amantes’.

Afirma que Teruel «se está redescubri­endo» como escenario de cine y el fenómeno, augura, «va a ir a más». A su juicio, «hay algo mágico en la provincia que entronca con la producción cinematogr­áfica». centenar de figurantes reclutados en la ciudad entre aficionado­s al cine y el teatro –varios de ellos, colaborado­res de Las Bodas de Isabel–, que han rodado de noche y hasta la madrugada –el argumento transcurre, principalm­ente, tras la puesta de sol–.

El filme, que recibe financiaci­ón del Fondo de Inversione­s de Teruel, ha contado con la colaboraci­ón de la Teruel Film Commission, creada para fomentar los rodajes en la provincia.

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A. G./B. Miguel Ángel Lamata y Amaia Salamanca conversan en el rodaje.

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