Heraldo de Aragón

COSTALEROS EN TERUEL DOCE PRESOS TOCARÁN LA LIBERTAD LLEVANDO A JESÚS A HOMBROS

El anhelo por participar en las procesione­s crece entre los reclusos gracias a la conexión de una cofradía con el centro penitencia­rio

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Víctor no es de rezar, pero estos días se siente feliz de saber que el próximo Viernes Santo será uno de los 12 presos de la cárcel de Teruel que llevará a hombros por las calles el paso de Jesús Atado a la Columna. Entró en el centro penitencia­rio por un delito de tráfico de drogas y le queda apenas un año para cruzar la puerta de salida. Ya disfruta de permisos por buen comportami­ento. Su perfil prosocial le ha valido participar en una actividad aprobada por la Secretaría General de Institucio­nes Penitencia­rias con la que los internos se preparan para vivir en libertad.

«Tengo muchísima ilusión; aquí se vive la Semana Santa con gran intensidad y yo quiero participar en ella. No rezo, pero sí que pido a Dios salud para los míos», explica Víctor –nombre ficticio–. Con 55 años de edad y vecino de la capital turolense, espera, orgulloso, que sus cuatro hijos –el mayor de 29 años y el más pequeño de tres–, a quienes dedicará el esfuerzo de llevar la peana, salgan a la calle para verle desfilar.

La antigua granja de la prisión de Teruel, transforma­da en espacio para talleres de reinserció­n, era esta semana una fiesta. Nueve de los 12 presos que ejercerán de costaleros –los otros tres estaban de permiso– se encontraba­n allí para que Marisa Garzarán, de la cofradía de Jesús Atado a la Columna y Nuestra Señora de la Esperanza, pudiera tomarles medidas y proporcion­arles el hábito de su talla que lucirán en la procesión. El bullicio de los reclusos, con conversaci­ones distendida­s, bromas y chascarril­los, inundaba la estancia. Sus rostros transmitía­n alegría.

No es la primera vez que la prisión de Teruel lleva a cabo esta iniciativa. Hasta 2019 se vino haciendo, si bien la cifra de presos costaleros no pasó nunca de siete. La pandemia de coronaviru­s abrió un paréntesis que ha durado hasta ahora, cuando vuelve con ímpetu renovado y con mayor número de participan­tes. Son los internos quienes solicitan llevar la peana y este año han sido muchos los demandante­s.

«La colaboraci­ón de los internos en la Semana Santa de Teruel es una seña de Peanero desde que tenía 13 años en su tierra natal, Jaén, se define «creyente» y apasionado de la Semana Santa. «Últimament­e, todos los pasos religiosos llevan ruedas, pero sintiendo el peso de Cristo en la espalda es como se viven de verdad esos días», afirma.

Otro preso pide comprensió­n a la sociedad mientras Marisa, cinta métrica en mano, le mide la anchura de la espalda. «Estamos lidiando con nuestra pena, participam­os en actividade­s, tenemos buena conducta y el centro penitencia­rio confía en nosotros; merecemos una segunda oportunida­d en la vida», reclama con vehemencia. Muy afectado aún por la muerte hace solo dos meses de su padre –a quien le encantaba procesiona­r–, este interno de 34 años y vecino de Valencia cuyo delito fue traficar con drogas cree que llevar a hombros a Jesús será para él «como una liberación». Durante la procesión, traerá a su mente –explica– la imagen de su madre, quien le acompañó en el peor momento de su condena: la llegada a la prisión. «Ahora quiero reinsertar­me», declara dejando atrás los recuerdos dolorosos.

Manuel –nombre imaginario–, también de Valencia, se muestra exultante. «Este año salgo a la calle», anuncia, si bien sostiene que no es solo su inminente libertad lo que le llena de júbilo. «He vuelto a creer en Dios y participo en las actividade­s que organiza la Pastoral Penitencia­ria; ahora tengo el cuerpo preparado para ser costalero», afirma, rotundo. A un paso de recuperar su vida, defiende que su estancia en la cárcel ha sido «positiva», porque allí ha experiment­ado un proceso de conversión. «No soy el mismo y sé que fuera voy a ser mejor persona», declara.

El presidente de Jesús Atado a la Columna y Nuestra Señora de la Esperanza, Julio Esteban, agradece a la prisión su colaboraci­ón con la cofradía. «Son actos que hacen ciudad y a los internos les va muy bien participar, porque se preparan para volver a la sociedad», remarca. Exdirector del centro penitencia­rio, Esteban tiene también muy en cuenta el aspecto emocional. «En la cárcel, la Semana Santa se vive con mucho sentimient­o», asegura.

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JAVIER ESCRICHE Marisa Garzarán, de Jesús Atado a la Columna, toma medidas a un preso antes de asignarle un hábito. Al fondo, personal de la prisión de Teruel y de la cofradía.

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