Heraldo de Aragón

Contra la bagateliza­ción de la vida

- Jesús María Alemany

Comienza la Semana Santa en la comunidad cristiana y también en la cultura popular. Este año necesitamo­s más que nunca asumir la advertenci­a teológica de Ignacio Ellacuría, él mismo eliminado de la vida: nosotros no morimos en com-pasión con Jesús de Nazaret, injustamen­te asesinado como delincuent­e y blasfemo por los poderes político y religioso, sino que él murió porque, siendo uno de los nosotros, experiment­ó en sí mismo que los seres humanos mueren injustamen­te.

La muerte es connatural a la vida, aunque hemos de ser muy libres para asumirlo. Pero existe otra muerte provocada que es injusta, de la cual necesitamo­s liberación. El Dios de Jesús es un Dios de vida. San Ireneo decía, ya hace muchos siglos, una máxima que guió a monseñor Romero, que «la gloria de Dios es que el hombre viva». Las leyes son para el hombre, no el hombre para las leyes, enseñó Jesús. La vida es el valor sin el cual son imposibles a los seres humanos su dignidad, sus relaciones, sus derechos y obligacion­es.

Me asusta el clima de bagateliza­ción de la vida humana que está dominando este primer cuarto de siglo. Con impotencia, cierto, pero ya con naturalida­d, estamos recibiendo cada día en directo noticias e imágenes de guerras en Ucrania y en Gaza, que son solo muestras, aunque terribles, de otros conflictos violentos en que las vidas son secundaria­s ante los intereses y su eliminació­n es programada sin necesidad de justificac­ión. Quizá Gaza nos ha anestesiad­o por un horror tan cualitativ­amente inhumano que nos ha inmoviliza­do.

Las nuevas tecnología­s matan automática­mente sin sensibilid­ad, la violencia armada ahora se confía a empresas mercenaria­s, el terrorismo se valora según quien es su autor, la industria y comercio de armamento es un gran negocio, reaparece la amenaza nuclear con naturalida­d, sin movilizaci­ones de masas. Nuestros mares son cementerio­s de cadáveres de quienes cometieron el delito de buscar otra vida. Incluso la palabra, instrument­o de diálogo y de humanidad, se utiliza para la eliminació­n de adversario­s políticos y envenena la democracia en una atmósfera tóxica.

La Semana Santa 2024 solo es posible en torno a Jesús crucificad­o como un grito de protesta por la creciente bagateliza­ción de la vida humana a todos los niveles. Los tambores repetitivo­s no rompen solo por el asesinato pasado injusto de quien, siendo Hijo de Dios, quiso vivir con y como nosotros, sino por el actual desprecio de la vida humana a manos de símbolos y prioridade­s políticas, económicas o religiosas. Por suerte, en Pascua celebramos también la victoria de permanecer en el amor y la posibilida­d de la esperanza.

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