Heraldo de Aragón

La Columna, reliquia de la Pasión

- Aragón de leyenda por Alberto Serrano Dolader

Una asentada tradición asegura que una de las mayores reliquias de la Pasión se conserva en el Pilar: la santa Columna, nada menos. Merece la pena que lo explique con calma.

En la primera parte del siglo XVII ya circuló impresa esta hablilla (que presumo anterior) en un ‘Compendio histórico, de la vida, hechos y muerte del glorioso Santiago’, escrito por Antonio Calderón, arzobispo de Granada, y el padre Jerónimo Pardo. Cuenta la pareja de clérigos que la Virgen obsequió a Zaragoza «la misma columna en quien se le apareció», o sea, la columna «sobre quien la habían traído desde Jerusalén los celestes paraninfos».

Atentos a otro párrafo que debe leerse sin prisas: «Este Pilar y Columna es una de las tres que fueron instrument­os en la Pasión de Cristo, en quien estuvo atado el peso entero de la noche en casa de Caifás padeciendo oprobios de los ministros que le dejaron de guardia los sacerdotes y escribas cuando fueron a dormir, y en quien perseveró con las mismas ligaduras, hasta que por la mañana volvieron a hacer concilio, y mandaron desatarle para llevarle a casa de Pilatos».

Para subrayar la trascenden­cia añaden que en la Columna venerada en Zaragoza Cristo estuvo amarrado mucho más «que en las demás»; fueron tantas horas que en ella pasó «más tiempo que en la Cruz».

Nuestro Pilar es de ‘jaspe de Tortosa’ (también llamado ‘brocatelo’), que ya se comerciali­zaba fuera de la península en el siglo I. ¿Pudo viajar una partida a Jerusalén? Por cierto, a pesar de su denominaci­ón, estrictame­nte ni es jaspe ni es mármol. Mi amigo Gonzalo García, biólogo muy aficionado a la mineralogí­a, me explica: «Para que una caliza se transforme en mármol hacen falta condicione­s de presión que tal vez no hayan padecido estos pseudojasp­es».

Hoy en el mundo se da culto a otras dos columnas que aparejan la leyenda de haber sido pilón de flagelació­n en la Pasión de Jesús. Una permanece en Jerusalén y mide 70 cm; la otra llegó a Roma en el año 1233 y su altura es de 60 cm.

Recordaré que la de la basílica del Pilar se supone que mide 1 metro, 77 centímetro­s y 2 milímetros, aunque nadie la ha visto entera desde 1756, cuando Ventura Rodríguez trabajaba en la Santa Capilla.

En torno a la accesibili­dad de la Columna, vaya un chascarril­lo que difundió el etnógrafo mosén Rafael Andolz (19261998): «Cuando yo era crío contaban que el Pilar no se podía ver y que un canónigo curioso que levantó el manto para verlo de cerca se quedó ciego en el acto».

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