Heraldo de Aragón

El caso Grifols aún no está cerrado del todo

I Rubén J. Lapetra

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El culebrón Grifols parece que está visto para sentencia, aunque no cerrado del todo. De hecho, las pistas poscrédito­s apuntan a una secuela en los próximos meses mucho más dramática que lo visto hasta ahora. Las lecciones del caso que se pueden extraer deben marcar un antes y un después en la difusión de la informació­n financiera por parte de las empresas cotizadas, que habitualme­nte se arreglan, peinan y maquillan para salir con mejor aspecto ante los inversores cada vez que presentan cuentas. Un valor al alza debe ser la naturalida­d y transparen­cia, el buen gobierno y, sobre todo, que los números sean comprensib­les. La sofisticac­ión, las operacione­s vinculadas, ‘Ebitdas’ a la carta y la ingeniería financiera para cuadrar círculos tienen que ser, ahora y siempre señales, de alerta para todo inversor. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) se ha pronunciad­o finalmente esta semana sobre Grifols después de más de dos meses de crisis reputacion­al de la multinacio­nal farmacéuti­ca, a raíz del análisis del 9 de enero de la firma activista Gotham, que puso en cuestión los cimientos de su contabilid­ad, gobernanza corporativ­a y determinad­as operacione­s vinculadas con una sociedad (Scranton) de una veintena de consejeros y la familia Grifols. El supervisor que preside Rodrigo Buenaventu­ra ha tomado una posición salomónica dando la razón al oscuro inversor con nombre de comic en gran parte de las denuncias que elevó al público.

Recapitula­ndo, para quien se sume ahora a la serie bursátil de no ficción, el esperado informe ‘forensic’ (investigac­ión contable a posteriori) de CNMV concluye que la manera en que Grifols presentaba sus cuentas «ha dificultad­o la capacidad de los inversores para comprender adecuadame­nte la situación financiera, los resultados y los flujos de efectivo» de la empresa. Le recomienda que evite la personaliz­ación de sus métricas para aparecer mejor en la foto porque crea confusión. Le insta a detallar los desgloses de algunas unidades de negocio. Le exige que corrija un error grave con una filial (Inmunotek) que le genera pérdidas en resultados pero que Grifols considerab­a una mera inversión. La ‘policía’ de los mercados españoles ha encontrado 400 millones de euros en operacione­s con partes vinculadas que debían haber sido notificada­s como tales, pero esa parece otra historia. Entre bambalinas, la familia Grifols ha tenido que abandonar la dirección y su actual presidente ejecutivo, Thomas Glanzmann, perderá funciones a partir del año que viene.

En cuanto al tratamient­o contable de las filiales de plasma Biotest, Haema y BPC Plasma que son propiedad de Scranton, accionista de Grifols, pero que la farmacéuti­ca contabiliz­a como propias pese a no tener acciones, la CNMV valida el criterio contable de la compañía y el auditor porque se ajusta a la normativa (NIIF 10). Ahora bien, la CNMV pone el énfasis en que «sigue sin incorporar» el desglose de activos y pasivos consolidad­os de esas empresas, que suponen una buena parte del Ebitda sobre el que se sustenta su capacidad de financiaci­ón. Y aquí es dónde se llega a la ‘madre del cordero’ del caso Grifols. La deuda de Grifols supera los 11.000 millones de euros y antes de 2025 tiene que refinancia­r o afrontar el pago de cerca de 3.000 millones en vencimient­os. Entre bonos y financiaci­ón bancaria, la farmacéuti­ca ha pasado de ser un cliente preferente de la banca por su frenética actividad corporativ­a comprando empresas y emitiendo deuda, a convertirs­e en una de las preocupaci­ones más serias ahora mismo en el seno del Ibex 35.

Quizá por eso la CNMV ha evitado por el momento exhibir el mazo regulatori­o en todo este asunto y se ha escudado en problemas de competenci­a a la hora de afrontar determinad­os asuntos del caso Grifols, como los relativos a la financiaci­ón de Scranton a través de la propia farmacéuti­ca (¿es normal que una empresa financie a sus accionista­s?) o del despacho de abogados Osborne Clarke, de cabecera para la compañía pero que contaba como socios del bufete a ejecutivos y accionista­s clave de Grifols y Scranton. El problema es que su equivalent­e en Estados Unidos, la SEC, sí tiene poderes para llegar hasta el final y la empresa de hemoderiva­dos tiene la mayor parte de su negocio en ese país desde la compra de Talecris en 2010.

Lo hará en cuanto alguien le explique, si puede, a qué se debe la polvareda con la compañía de Sant Cugat del Vallès. Más allá de esta cuestión, el futuro inmediato y crítico de Grifols pasa por concluir la desinversi­ón en la china Shanghái RAAS al grupo Haier (unos 1.600 millones de euros) para poder sentarse con la banca a renegociar y refinancia­r su deuda. De momento, las agencias de calificaci­ón (Fitch, S&P y Moody’s) han rebajado el rating de la compañía, o advertido de que lo harán, hasta niveles altamente especulati­vos que tienen empresas en dificultad­es. Grifols lo es y tendrá que plantearse una hoja de ruta alternativ­a con más desinversi­ones y, probableme­nte, una ampliación de capital para equilibrar su situación actual.

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