Heraldo de Aragón

MARIE CLAIRE DECAY «Salvador Victoria era un pintor abstracto que se identificó con el paisaje de Aragón»

VIUDA DEL ARTISTA TUROLENSE (1928-1994)

- ANTÓN CASTRO

Marie Claire Decay (Marsella, Francia, 1933) está feliz. El ‘Catálogo razonado de Salvador Victoria. Obra fráfica completa’, su marido, que firma Alfonso de la Torre –«ya sabe qué fino y riguroso es. Ha hecho un trabajo formidable»– ha recibido el premio a la mejor publicació­n de arte de la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte; lo edita la Fundación March con el apoyo de Rubielos de Mora, el Gobierno de Aragón y el Museo de Teruel. Marie Claire fue periodista en la agencia Efe, desde 1970 a 1998.

¿Está contenta, no?

Mucho. Salvador Victoria se murió demasiado pronto y a la vez tengo la sensación de que tampoco tuvo mucha infancia. Nació en 1928 y falleció en 1994. La Guerra Civil le dejó una gran herida: su madre pasó cuatro años en la cárcel. Él tenía 10 años y vivió esa experienci­a con inmenso dolor. Este museo me hace muy feliz.

Se inauguró en 2003.

Este museo ha sido posible por la generosida­d del pueblo y de su alcalde Ángel Gracia, claro, pero también porque Salvador Victoria siempre fue generoso y amable, y dejó una gran huella por aquí y por allá. Cuando este espacio inició su trayecto en 2003, llamábamos a pintores muy distintos y todos acudían a exponer y a arropar este legado. Sinceramen­te, creo que mi marido dejó una hermosa huella.

¿Recuerda cómo se conocieron?

Sí, claro. Había tenido una vida difícil. Era el mayor de cuatro hermanos y a los 14 años su padre, que había sido ebanista, lo metió a trabajar en una tienda de cornucopia­s. Estuvo un tiempo. Era un joven curioso, muy lector y sentía la llamada del arte.

¿De qué modo?

Con mucha intensidad. Trabajaba de día y de noche iba a la Escuela de Artes y Oficios. Aunque no había estudiado bachillera­to, podías hacer Bellas Artes.

¿Y de ahí a París, entonces?

Hay algo que querría recordar, antes de nada. Su padre, que era más bien autoritari­o, acabó cediendo un poco. Con todo, con su madre en la cárcel porque había auxiliado a soldados rojos, el padre los llevaba a escuchar música a un quiosco que había en una plaza. Me dijo una cosa una vez: «De no haber sido artista, me habría gustado ser músico».

Usted andaba por allí.

Yo nací en Marsella porque mi padre era médico y quería irse a las colonias francesas; se fue a estudiar a Marsella. Años después ya estaba en París, en un colegio franco-británico, compartía habitación con una amiga, que acababa de entablar amistad con un pintor llamado Brandes que exponía en la Colegio de España. No crea que fui encantada. ¿Por qué?

Por el régimen de Franco. No me podía imaginar que un país que estaba sometido a una durísima dictadura pudiese hacer buen arte. Brandes exponía su obra, y me pareció interesant­e. Y por allí andaba un hombre joven, rubio, atractivo, Salvador Victoria, y no me ciega la pasión. Era un hombre muy guapo, muy atractivo. ¿Qué sucedió en el encuentro?

Nada especial. O eso me pareció. Hablamos mucho, me contó que era español, que estaba en el Colegio de España, que le habían dado una beca y que quería ser pintor. Y recuerdo que nos hicimos una foto, que sería determinan­te. Al inicio del curso siguiente vino a buscarme para entregarme una copia de la foto. Y me encontró, me la dio y empezamos a salir. Yo estudiaba Derecho, quería hacer algo de criminolog­ía y me preparaba para jueza.

¿Qué le contaba?

Era un hombre admirable, bondadoso. Me contó muchas cosas: la vida en el pueblo, la ausencia de la madre, la relación con su padre, sus sueños de artista, los apoyos. En París trabajó en muchos empleos y le ayudaron mucho artistas como Isidoro Balaguer, con quien había ido a París, y Eusebio Sempere, que vivía ya allí. Hubo un momento en que se planteó qué hacer…

Intuyo que decidió volver.

Sí. Me vine con él. Nos casamos en 1958. Él tenía 30 años y yo 25. Volvimos en 1964. Ya tenía su mundo, su estilo, y lo iría depurando. Incorporar­ía el color y haría una obra abstracta personal y, como le sugería antes, marcada por la música y el círculo.

Usted trabajó en la agencia Efe.

Sí. Primero logré un trabajo como periodista en la Embajada de Francia y de ahí, poco después, di el salto a la agencia. Me dediqué a Europa. Y cada vez que volvía del trabajo pasaba por el estudio. Salvador era trabajador, minucioso, a veces tenía el tormento habitual de los artistas, pero trabajaba mucho en el taller.

¿Hablaban de su trabajo?

Sí. He colaborado con él sobre todo en cuestiones de archivo. Me jubilé en 1998 y he dedicado este cuarto de siglo a promover su obra y su mundo. Falleció en 1994, hace ahora treinta años. Me apena que no haya vivido más. He sido muy feliz con él. El ‘Catálogo razonado’ le hace justicia: era un pintor abstracto, coherente, luminoso, que amaba y se identifica­ba con los paisajes de Aragón.

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En el estudio
El proyecto premiado
AC/HERALDO Marie Claire Decay, en Rubielos de Mora, ante uno de los cuadros de su marido Salvador Victoria. En el estudio El proyecto premiado
 ?? A. DECAY ?? Salvador y Marie Claire se casaron en 1958.
A. DECAY Salvador y Marie Claire se casaron en 1958.

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