Brujuleando
Hay tiempos de desconcierto en los que uno no sabe dónde está o, mejor dicho, dónde le están llevando circunstancias ajenas a su voluntad. Su brújula personal se desparrama en todas las direcciones y no se sitúa. La incertidumbre se apodera de su voluntad y lo mejor es encerrarse en la propia cáscara dejando la mente en blanco: paciencia y barajar. Tahúres profesionales juegan con las cartas de la vida, marcadas bajo signos que solo ellos conocen y los ciudadanos de a pie ignoramos, rociados por una dulce y falaz lluvia que nos promete cosechas inolvidables. Envueltos en su ego los referidos sostienen que el infierno son los demás y pretenden deslumbrarnos con sus promesas. En este lío estamos ahora atrapados los del pueblo llano. La generación que estamos saliendo del mapa vital no recordamos unas circunstancias políticas tan banales que parecen copiadas de televisivos programas erráticos. El Parlamento, que debería ser una escuela de referencia, lo es, pero en sentido negativo: no hagan lo que nosotros hacemos, parecen querer decirnos. ¿Tiene sentido que el debate sobre la amnistía se haya hecho a hurtadillas, sin información pública alguna y ya, cocido y recocido, se entregue a sumisos personajes convertidos en convidados de piedra? No menospreciamos al Parlamento, pero la imagen de sus últimos meses se recordará como una página negra. Los ciudadanos tenemos la oportunidad, y el deber moral, de recuperar el norte de la brújula global de este país nuestro. Hoy se ha perdido: habrá que buscarlo. Francisco Alós Barduzal ZARAGOZA