«Hay que mirar allí de donde es normal apartar la mirada»
Pues no sé… Soy conocido como periodista político, pero quizá no sea la mejor definición de mi trabajo o al menos aspiro a que no agote todas mis curiosidades.
Crítico literario, cronista deportivo, periodista político, azote de Pedro Sánchez…
(Risas). Un chaval de La Sexta me entrevistó y al final me confesó que no era tan horrible como se imaginaba. Me di cuenta de que tenía un problema de imagen.
También es el autor de ‘Casi’.
Ese es el avatar en el que estoy más cómodo ahora mismo. Soy el autor de un libro que me ha llevado un año de investigación entre los más excluidos de la sociedad, que son las personas sin hogar.
Menudo cambio de registro.
La política para mí es un trabajo, me gusta. Pero mi verdadera vocación es la literatura, y la de no ficción también. Este libro es un reportaje, es lo que se llama periodismo narrativo o literario.
¿Le ha costado alejarse de la política?
Nada. Para mí es una vía de escape, es recuperar oxígeno. No voy a caer en el tópico de que la política es irrespirable, yo creo que siempre lo ha sido. Quizá ahora lo sea un poco más, pero cuando hay que batallar pues yo meto las rodillas hasta el fondo. Pero eso no resume ni el 20% de mis intereses. Mi círculo de intereses es más amplio que meterme con Sánchez.
¿Cómo surge ‘Casi’?
En febrero de 2021 me compro un piso y de repente empecé a encontrarme en la calle con personas sin hogar. Me pregunté adónde me había venido a vivir. Pero empecé a considerar aquel suceso como una oportunidad periodística y moral. Sin voluntad de dar lecciones me empecé a interesar por un mundo del que nadie habla.
En el libro no hay sentimentalismo ni paños calientes.
Me preocupaba hacer un libro lacrimógeno. La forma digna de tratar a las personas sin hogar es subrayando la igualdad con nosotros. Lo intenté conseguir fijándome en los trabajadores sociales. Ellos no los tratan con paternalismo. Es más, se meten con ellos, les vacilan. Esa naturalidad en el trato les dignifica, porque les iguala. Y en cambio, la compasión es un sentimiento de superioridad.
Dice que son ‘casi’ ciudadanos.
Hay un juego naturalmente en el título del libro con el acrónimo Centro de Acogida San Isidro y el adverbio de cantidad que es casi. Son los ‘casi’ ciudadanos porque viven en tal situación de exclusión social que no tienen parte alguna en la sociedad. No hay un retorno político, no es rentable juntarte con los excluidos. ¿Qué puede hacer el periodismo? Contarlo, y a ser posible de una manera que no busque hurgar en el corazoncito del lector un tiempo y ya está. Al principio del libro cito a Strindberg, ese dramaturgo que dice que hay que mirar allí de donde es normal apartar la mirada. Hay que mirar aquello que es tan feo que no lo queremos ver. ¿Qué le ha enseñado este trabajo periodístico?
A juzgar menos a los demás, a pensar un poco antes de opinar.
No se irá a ablandar ahora…
No, no… Es difícil ablandarte a la hora de opinar de un político español.
¿Cómo está el oficio hoy?
Siempre ha habido periodismo bueno y malo. No creo que el oficio lo esté pasando peor que en una supuesta edad dorada en la que periodistas y políticos nos dirigíamos la palabra como en la Atenas de Pericles. Sí me preocupa que el público no lo valore, que la independencia que da el sostenimiento económico se deteriore porque la gente prefiere informarse gratuitamente a través de redes sociales, si eso es informarse.
¿Y la política?
Ahí sí que soy negativo. Empecé a hacer periodismo parlamentario con Zapatero. Sí que he visto una degradación: el nivel de cinismo, combinado con la capacidad de propaganda que dan las tecnologías y una falta de compromiso con esta idea de la democracia del 78 de que ciertos límites no se pueden traspasar. En la Transición la clase política tiró del pueblo hacia arriba. Actualmente, el pueblo está a más nivel que la clase política que lo representa.
En tiempos de polarización, ¿el periodista debe elegir bando? Si por bando entiendes partido, con sus siglas, ni de coña. Si por bando entiendes la Constitución del 78, desde luego. Soy un activista del 78 orgulloso de serlo. Hay tres frentes que la quieren derribar: el separatismo, para segregarse del conjunto de la nación; la extrema derecha, que cree que el 78 fue un apaño de progres y que hay que volver a la nación histórica esencialista; y la izquierda que decide que hay que dinamitarlo porque cree que es la prolongación del franquismo. Me defiendo de los tres frentes por igual. Soy un activista del constitucionalismo.