De guerras de partidos y la desafección política
Nunca se debería consentir que lo extraordinario se convierta en ordinario. Asumimos con demasiada ligereza que al Congreso, a las Cortes y al Ayuntamiento se va a discutir, en una precampaña electoral eterna que bloquea el país y cierra la puerta a cualquier tipo de acuerdo.
La clase política va por un lado, los ciudadanos por el contrario. Unos anteponen sus intereses partidistas; otros, la búsqueda de soluciones a pequeñas cosas que derivan en graves problemas. La guerra de partidos azuza la desafección política. Y genera una tremenda decepción.
Sirva de ejemplo lo que ocurrió ayer en el pleno del Ayuntamiento de Zaragoza, cuando vecinos del barrio de Tenerías, en el Casco, pedían ayuda tras constatar que hay más okupas y sintecho durmiendo en sus calles y poco civismo, cada vez menos. Urgían la reforma del grupo de viviendas Aloy Sala, un conjunto de interés, cuya rehabilitación a cargo de fondos europeos se está dilatando demasiado. Y la gente mayor, vecinos de toda la vida del barrio, se tienen que ir porque, al carecer de ascensor, ya no pueden ni pasear.
No dijeron si les preocupaba la amnistía o la corrupción, aunque seguro que, como todos, tienen también su opinión. Esperaban, simplemente, que les escucharan y aportaran una solución. No ocurrió.
Pero Carmen, de Tenerías, no se mordió la lengua y les cantó las cuarenta. «Después de estar en el pleno creo que no piensan mucho en la gente que está aquí detrás», les espetó. No le faltaba razón. Era verdad, pero solo a medias.
Cuando abandonaron el pleno salieron tras ellos concejales de la derecha y la izquierda para tenderles la mano y buscar una solución. Porque en la política municipal se acostumbra a pisar la calle, y eso se nota en los debates. Lástima que todo se empañe por una hiperbólica escenificación política que, al final, causa desafección.