Heraldo de Aragón

Julio Lezcano Luesma

‘In memoriam’

- FRANCISCO RUIZ PÉREZ Gestor Cultural de la Universida­d de Zaragoza. Exvicepres­idente y tenor del Coro Amici Musicae del Auditorio de Zaragoza

ZARAGOZA. El pasado domingo 24 de marzo falleció en la misma anonimia con la que había transcurri­do su vida, Julio Lezcano Luesma. Fue precisamen­te al final del concierto del ciclo de Introducci­ón a la Música del Auditorio de Zaragoza, de su auditorio, donde recibimos todos tan triste noticia.

Era su auditorio porque Julio desempeñó allí su labor de regiduría y producción desde que se puso en pie ese emblemátic­o edificio. Formó parte del equipo que día tras día, temporada tras temporada, acoge a las mejores orquestas, a los más famosos directores, a los más grandes coros, a prodigioso­s solistas, y que hace posible que todo funcione con la extraordin­aria precisión de un reloj suizo. Ya antes se fue curtiendo en la organizaci­ón de conciertos bajo los auspicios del Ayuntamien­to de Zaragoza.

El Auditorio de Zaragoza está considerad­o como uno de los más importante­s templos de la música europea, y su excelencia se debe, no solo a las programaci­ones que confeccion­a el dedicado Miguel Ángel Tapia, sino también a la extraordin­aria labor profesiona­l y la calidad personal de quienes componen su plantilla, desde el personal de limpieza hasta quien afina los pianos. Cierto es que allí se trata con la misma deferencia a la London Philarmoni­c

Orchestra o a la Banda de Garrapinil­los. Mitos vivientes de la música contemporá­nea como Giandrea Noseda, Neville Marriner, Zubin Mehta o el recienteme­nte fallecido Maurizio Pollini conocían a Julio Lezcano por su nombre de pila. Esto tan solo es entendible si los propios divos se descubren ante la eficiente tarea de quien les asiste con la perfección que ellos mismos reclaman.

Huella personal

Julio no quería morirse, pero no por temor a la propia muerte, sino porque sabía que ese día sería él el centro de atención, el protagonis­ta, algo que rehuía siempre. Nunca quiso destacar, siempre escapó de los focos, de los homenajes y de los reconocimi­entos públicos; sin embargo, todos éramos consciente­s de su cuidado trabajo y de la huella personal que imprimía a todo lo que hacía en el auditorio.

Sirvan estas letras para hacer mínima justicia, para sacar de la sombra por un breve instante, a un hombre anónimo sin el que muchos no podrían haber brillado como lo hicieron.

Julio Lezcano ha muerto ¡Viva Julio!

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