La Patria Vasca, ETA y otras cosas que ya no son así
menos de un 20% de los vascos reivindica la secesión respecto del resto de España, de acuerdo con todos los euskobarómetros. Ni siquiera en Bildu se registraría una mayoría aplastante en favor de la secesión, aunque sí se prediquen otras fórmulas que implican alejarse ‘de Madrid’.
Pensar que esa Euskadi sigue siendo independentista es un patente error. Quizá uno de los errores más graves que se cometen en la Villa y Corte a la hora de analizar lo que pasa en un territorio español tan emblemático, tan complicado políticamente, y al tiempo tan próspero, como es el País Vasco. Y puede que sea una de las razones por las que las formaciones vascas no nacionalistas, el PSOE y el PP, no avanzan en sus posiciones electorales y seguramente no lleguen a ocupar más de veinte escaños de los 75 del Parlamento vasco. Bueno, ese error y otro más persistente: los cenáculos más conservadores en la capital de España siguen creyendo, o al menos diciendo, que ETA (o sea, Bildu) controla el Gobierno de Pedro Sánchez. Como si ETA siguiese existiendo.
Sé que esto que digo provocará repulsa en muchas de aquellas familias que tuvieron que huir de mi Euskadi en los años del plomo, y más aún en las de aquellos héroes que pagaron con su vida la acción terrorista, pero la verdad es que ETA se disolvió hace más de una década gracias a la acción policial y la negociación. Hoy, de ETA no quedan más que desvaídos homenajes a etarras quizá en su mayor parte arrepentidos y viejos que salen de las cárceles.
Tercer error: empeñarse en mirar hacia otro lado no negociando el fin de esa disposición transitoria cuarta de la Constitución que deja abierta la posibilidad de que Navarra se incorpore al Consejo General Vasco «o al régimen autonómico que le sustituya». Lo que hace que para el nacionalismo vasco la cuestión de la incorporación de Navarra a Euskadi siga estando siempre ahí.
Claro que otro error que cometen quienes miran las cosas desde la Puerta del Sol es seguir considerando a Bildu como un brazo desarmado de ETA. Y así, recorriendo las calles y los pueblos mientras los peneuvistas se acomodaban en sus despachos, Bildu ha ido escalando en expectativa de voto hasta igualarse con las que tiene el hasta ahora indiscutible PNV.
Así se plantean las elecciones en Euskadi: con reivindicaciones que poco tienen que ver con los clásicos llamamientos de Ibarretxe en favor de una separación con el Estado. Y con unos candidatos nuevos, jóvenes excepto en el caso del PP, que son por completo desconocidos en Madrid y que ni se han molestado en pasarse por la capital del Estado para ser presentados en los foros tradicionales. Sí lo ha hecho Eneko Andueza, el candidato socialista, que será quien incline, presumiblemente a favor del PNV, y desde una modesta tercera posición en el podio electoral, la presidencia del Gobierno autónomo. Porque una alianza de gobierno entre los socialistas y Bildu, otro calculado error que en la derecha ‘nacional’ se considera una probabilidad, sería suicida para las expectativas del PSOE en el resto de España.
O sea, que, en la superficie, si exceptuamos los rostros y los porcentajes de votos, casi nada cambia en el País Vasco. Ni tampoco en las tozudas mentalidades de algunos observadores de la realidad vasca ‘desde Madrid’, que se obstinan en no ver ese no-cambio que, en el fondo, ha supuesto ya un giro de ciento ochenta grados en muchas cosas que al sur de Pancorbo siguen sin entenderse. Y esa, que nada tiene que ver con las catalanas, que son otro mundo (nuevo error de la ‘madrileñidad’: equiparar unas y otras), me parece que es una clave importante de lo que sucederá en las urnas vascas el próximo 21 de abril, dentro de apenas tres semanas.