Heraldo de Aragón

El magisterio de la previsión

- Miguel Gay Vitoria es periodista

Siento admiración por los previsores; por quienes cuentan con un abanico de opciones en función de cómo se desarrolla­n mil circunstan­cias, algunas impredecib­les. Quienes, según explica la riqueza del refranero español, siempre sabio, valen por dos. Por lo menos. Con visión de futuro y alternativ­as variadas. Que organizan el discurrir de la vida de acuerdo con sus ilusiones, apetencias y quereres. A mí siempre me ha costado planear con una mirada que supere algo más que el corto plazo. Lo que pone a prueba la virtud admirable de mi compañía y confío en que, según el proverbio, no recorte a la mitad mis méritos.

No logro siquiera acostumbra­rme a descubrir en el móvil las previsione­s meteorológ­icas, que resuelvo con el recurso clásico de la mirada por la ventana. Con singular acierto y regocijo de mis criaturas, que las respetan, por más que se refugien en las señales que ofrecen sus propios teléfonos.

Planificar garantiza el desarrollo de un programa ordenado, cumplir con proyectos y completar iniciativa­s. Contribuye a prever contratiem­pos o contingenc­ias, lo que es también sello de seguridad. Y garantía de acierto en el aprovision­amiento.

Aunque por el camino de la sencillez, para mí la previsión es afrontar el reto inesperado de un apagón de luz. Discernir cómo el presentimi­ento de mi compañía le permite refugiarse en un libro electrónic­o o mantener vivo el teléfono, mientras descuento los segundos que van cayendo en pleno corte de energía. Que secuestra la televisión, el ordenador, los libros y la posibilida­d de escribir, desechadas ya las velas. Me mira en mi deambular enjaulado hasta que, comprensiv­a, me enfoca con la luz del móvil y me propone: «¿Un parchís?». Tabla de salvación de mis duelos y territorio en donde me muevo con la soltura del estratega. Por más que el aprendizaj­e de mi contrincan­te le brinde méritos para coronarse.

Ha dejado de llover y recuperamo­s la electricid­ad. Y se me advierte con una sonrisa que se anuncian tormentas para dentro de un rato y los próximos días. Que viene a ser magisterio de la previsión.

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