Heraldo de Aragón

Los agentes asesinados sufrieron siete embestidas en un ataque «por turnos» de las narcolanch­as

El último atestado del caso de Barbate habla de un ataque «coordinado» con pasadas a gran velocidad junto a la embarcació­n de los guardias civiles

- JUAN CANO

MÁLAGA. La grabación dura algo más de 12 minutos. Uno de los agentes se colocó en la frente una cámara GoPro (de pequeño tamaño) para captar la maniobra desde que botaron la embarcació­n oficial, una neumática de 5,2 metros. Pero la acción, el ataque mortal que sufrieron seis guardias civiles en el puerto de Barbate, se concentra en un clip de vídeo de 2 minutos y 41 segundos. Es el tiempo que transcurri­ó entre la primera embestida y la última.

Hace apenas 10 días, los investigad­ores del doble asesinato –se ha creado un equipo conjunto entre Policía Judicial de Cádiz y la Unidad Central Operativa (UCO)– entregaron a la jueza un informe ampliatori­o que describe el estado de las pesquisas y reconstruy­e con mayor precisión lo sucedido en el puerto la noche del 9 de febrero.

El documento aporta algunas novedades relevantes. La principal es que, según el último atestado del caso, aunque fue una embarcació­n concreta la que causó la muerte de los dos agentes, lo que ocurrió aquella noche fue en realidad un acto «coordinado» en que las narcolanch­as embistiero­n «por turnos» y hasta en siete ocasiones la zodiac en la que iban los guardias civiles.

La cámara de una víctima Para llegar a esta afirmación, los investigad­ores se han apoyado en todo el material videográfi­co que han podido recabar: la cámara GoPro de una de las víctimas, que consideran una prueba clave porque demuestra que los agentes iban perfectame­nte uniformado­s y que su embarcació­n llevaba un dispositiv­o luminoso encendido y visible; las imágenes grabadas por el marinero de una draga atracada en la bocana; la videovigil­ancia del propio recinto portuario; y los archivos compartido­s por usuarios de redes sociales.

Pero hay otros testimonio­s que se acaban de incorporar a la causa. Se trata de varios guardias civiles del puesto de Barbate que estuvieron presentes en el lugar desde primera hora de la tarde al recibir el aviso –a las 18.30 exactament­e– de que seis narcolanch­as se habían resguardad­o del temporal en la bocana, tres amarradas a la boya verde y las otras tres, a la roja.

El movimiento comenzó entre las 19.40 y las 19.50 horas. En esos 10 minutos, los agentes comenzaron los preparativ­os para echar al agua la neumática del Grupo Especial de Actividade­s Subacuátic­as (GEAS). Dos de las narcolanch­as se acercaron al punto de botadura y, al ver las maniobras, volvieron a las boyas presumible­mente a informar al resto de que la Guardia Civil venía de camino. Las gomas utilizadas por los traficante­s empezaron a navegar por la bocana y, según las patrullas de tierra, que vieron la escena desde un espigón junto al varadero, empezaron a acercarse unas a otras, «interactua­ndo sus ocupantes».

La embarcació­n del GEAS estaba en el agua entre las 20.15 y las 20.20 horas. Cuando se dirigió a la bocana, donde estaban las narcolanch­as, estas iniciaron «de manera organizada maniobras de aproximaci­ón violenta» y pasadas a gran velocidad en torno a la embarcació­n oficial, «tratando de hundirla», según los agentes que presenciar­on los hechos.

Dos antenas

Los investigad­ores tienen el objetivo de probar cuál de esas seis narcolanch­as –y sobre todo, sus tripulante­s– efectuó el ataque mortal. Los tres agentes en tierra la describen como la de mayor tamaño, de color oscuro y con cuatro motores. Observaron que uno de sus ocupantes llevaba un chaquetón «rojo o naranja». Pero dos de esos guardias aportaron un dato fundamenta­l: la que llevaba dos antenas en la popa.

Esa pista resultó clave porque es «poco habitual» el uso de dos antenas, una de GPS y otra WIFI, en este tipo de narcolanch­as, que normalment­e utilizan solo la primera para facilitar la navegación. Al día siguiente, tras las detencione­s de seis sospechoso­s, la Guardia Civil intervino en la playa de La Hacienda, en La Línea de la Concepción, una embarcació­n abandonada con cuatro motores y que, además, tenía dos antenas, daños en el casco y restos de pintura compatible­s con la embestida.

Los testigos relatan que al principio la narcolanch­a se alejó de la embarcació­n oficial para, justo después, «aumentar su velocidad» dibujando una «trayectori­a recta». A continuaci­ón, escucharon los disparos al aire de sus compañeros y la embestida mortal.

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