Heraldo de Aragón

¿Suenan las campanas en Gibraltar?

- Natividad Fernández Sola Natividad Fernández Sola es catedrátic­a de Derecho internacio­nal público de la Universida­d de Zaragoza

El pasado viernes, aparecía una escueta nota del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperació­n español en el que se afirmaba que las negociacio­nes sobre el estatuto de Gibraltar estaban cerradas en sus grandes líneas. Como recordarem­os, uno de los puntos pendientes tras la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) en enero de 2020 era resolver la situación del Peñón tras la retirada. Con buena lógica, la Comisión Europea, satisfecha con la unidad alcanzada de los 27 frente a Londres, afirmó que no cerraría acuerdo alguno con los británicos sin el consentimi­ento de España.

Este comunicado de prensa llama la atención por dos aspectos. El primero es que entre los convocados aparece el ministro princirale­s pal del Peñón, junto a los ministros de Exteriores de España y Reino Unido, y el representa­nte de la Comisión Europea. Presencia impropia pues Gibraltar no es sino un territorio bajo dominio del Reino Unido e incluido en la lista de las Naciones Unidas de territorio­s pendientes de descoloniz­ación. Pese a los intentos de España, nunca Londres ha accedido a retirarse de un territorio que ocupó por razones históricas hoy inadmisibl­es y otro que fue ocupando ilegalment­e en diversos momentos de debilidad interna por parte de España. Por tanto, la presencia de Picardo es improceden­te, y supone una burla hacia España.

En segundo lugar, el comunicado de prensa afirma que se han acordado las líneas políticas genesobre el aeropuerto, los bienes y la movilidad. No dice cuales. Sobre el aeropuerto no hay nada que acordar. Está construido sobre territorio no incluido en el tratado de Utrecht y robado a España. Al entrar nuestro país en la UE y como gesto de buena voluntad se propuso su uso conjunto; medida que se demostró errónea y que ha llevado a pretendido­s nuevos derechos por parte del Reino Unido. Así, a día de hoy, un número importante de los vuelos que llegan a Gibraltar, terminan aterrizand­o en Málaga, u otros aeropuerto­s andaluces, sorprenden­temente con el beneplácit­o del Gobierno español, sin saber si quienes viajan son turistas o militares, y además facilitánd­oles el combustibl­e. Sobre los bienes, los únicos que deben entrar en la negociació­n son los que son objeto de contraband­o, en detrimento de la economía de la región y de la Hacienda pública española. Y, sobre la movilidad, los británicos nunca han estado en el espacio de libre circulació­n de personas (conocido como espacio Schengen) de la UE. Resultaría chocante que se negociara que, una vez fuera de la Unión, disfrutan por la puerta trasera de Gibraltar de un privilegio que al acuerdo general entre Reino Unido y la UE, lógicament­e, ha excluido.

Gibraltar no puede subsistir económicam­ente sin España, algo que debería llevar a ser consecuent­es tras el ‘brexit’. En un acto de buena voluntad inaudito, España ofreció a Londres un estatuto de co-soberanía para Gibraltar, transitori­o hasta su pleno paso a la jurisdicci­ón española, en cumplimien­to del mandato de la ONU. A punto de aceptarlo, el primer ministro de la época, Tony Blair, postergó el acuerdo por la inminente entrada en la guerra de Irak, en 2003.

¿Cuál es el interés del Reino Unido en mantener un territorio en el que no debería estar, que votó masivament­e por quedarse en la UE y que le reporta gastos? Es evidente que la única razón no es el progreso compartido, ni el bienestar o la seguridad de población alguna, sino el mantenimie­nto de su base militar, base también de la OTAN en consecuenc­ia. Gibraltar no es sino una base militar del Reino Unido en territorio español; de hecho, el controvert­ido aeropuerto es propiedad de la Fuerza Aérea de su majestad británica (RAF). Conocemos casos recientes de soldados ingleses haciéndose pasar por turistas entrando varias veces al día a España desde la base de Gibraltar. Igual que pasan soldados, la libre circulació­n de mercancías permitiría pasar material militar sin supervisió­n española alguna. ¿Tiene España que facilitar esta presencia militar indeseada existiendo además a escasa distancia la base de Rota, también al servicio de la OTAN y de utilizació­n conjunta hispano-norteameri­cana? ¿Debe seguir España aceptando el riesgo que supone la entrada y reparación de submarinos nucleares en exclusivo beneficio de un país que ni siquiera es ya socio de la UE? Naturalmen­te todo esto no tiene ningún sentido.

Decía Truman Capote que la recompensa del trabajo bien hecho es la oportunida­d de hacer más trabajo bien hecho. Por eso cabe esperar que reine la sensatez y que esa negociació­n, sin Gibraltar, que carece de representa­ción internacio­nal alguna, mire claramente por los intereses de la parte que sí es miembro de la UE, España y que así lo exijan los partidos de todo el espectro político en el Parlamento español.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain